No todo vale en les Piragües
A pesar de las experiencias negativas vividas en los últimos años en relación con los excesos del Descenso Internacional del Sella, los vecinos del concejo de Cangas de Onís seguimos esperando con gran ilusión una fiesta tradicional que ha calado entre los asturianos como una celebración deportiva, alegre y llena de color, donde la gente joven y las familias se acercan al río con un sano espíritu lúdico y competitivo.
Sin embargo, en los últimos años esta fiesta tan querida se ha ido convirtiendo en la antítesis de la esencia que inspiró su creación, y con la que tanto hemos disfrutado varias generaciones de asturianos.
Los valores que se desprenden de la fiesta, nuestra forma de vivirla y de acercarnos y relacionarnos con nuestro entorno natural, nuestra hospitalidad y la tranquilidad de nuestro campo, son los que ha hecho que miles de personas de otros lugares de España y del mundo quieran acercarse a los aledaños del Sella para compartir con nosotros nuestras fiestas, nuestra naturaleza y nuestra gastronomía.
Sin embargo, con el tiempo las formas de diversión van cambiando y han ido surgiendo nuevas maneras de celebrar los acontecimientos. Creo que todos somos partidarios de promover la alegría, pero no todo vale.
En la primera semana de agosto comenzaron los preparativos visibles del Descenso Internacional del Sella, en Arriondas y Ribadesella. Sin embargo, desde hace unos años no sólo comienzan los preparativos de la fiesta deportiva, sino también de otro tipo de celebraciones que poco o nada tienen que ver con la frescura y deportividad colorista que caracterizaban el día de las Piraguas.
Apenas a un kilómetro de Arriondas, a cien metros de Coviella (concejo de Cangas de Onís), se organiza una fiesta al aire libre de música tecno, llamada Aquasella, donde llegan a acudir cerca de 40.000 personas. Durante más de tres días los alrededores de las poblaciones adyacentes, que no tienen capacidad para absorber semejante afluencia de personas, se convierten en asentamientos humanos improvisados sin infraestructuras higiénicas y sanitarias adecuadas, generando serios problemas de convivencia. Todo ello se traduce en cientos de personas acampadas en los prados y miles de ellas deambulando por las aldeas, que se acaban convirtiendo en auténticas letrinas, basureros y pasto de grafiteros, y sin que, hasta ahora, ningún Ayuntamiento u otra autoridad competente se haya preocupado por limpiar los excrementos humanos que invaden nuestros caminos y las puertas de nuestros hogares, las toneladas de basura que ensucian nuestros campos o por limpiar las fachadas de las casas que con tanto esfuerzo hemos levantado. Durante estos tres días, la fiesta de Aquasella no deja de sonar durante toda la noche y todo el día a un volumen difícil de asimilar por el sistema nervioso de cualquier persona sana. A esta invasión auditiva se suman las graves dificultades para acceder a la carretera nacional y, por lo tanto, para desplazarse libremente, ya que miles de coches se encuentran estacionados en las cunetas de la misma, dificultando la posibilidad de salir de las aldeas o de acceder a otros centros urbanos.
La falta de conciencia del espacio público como propio, algo que hay que cuidar y respetar, pero también de los límites de lo ajeno, se traduce en una falta de cuidado y responsabilidad por parte no sólo del ciudadano de a pie, sino también de la Administración pública, que con una visión cortoplacista no tiene la sensibilidad de prever las consecuencias de la mala gestión de estas fiestas o velar por la convivencia de diferentes sensibilidades entre los que disfrutan con la fiesta Aquasella y los que disfrutan de otra forma de celebrar el día de las Piraguas, la alegría, la naturaleza o el descanso.
Ana Homet Alonso, Coviella (Cangas de Onís)
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