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Viva la caza y los toros

10 de Agosto del 2010 - Paco Osorio Villa (nueva de llanes)

Tarde de agosto, los últimos rayos de sol caen sobre Oviu, pequeña localidad del oriente de Asturias, mientras compartimos unas botellas de sidra, mis buenos amigos Pepe y su yerno Kike, con el mar Cantábrico de fondo y los Picos de Europa testigos mudos en la lejanía de nuestro horizonte, saboreando y degustando el preciado manjar que nuestra tierra nos ofrece, surge entre los tres un debate de actualidad: los toros.

Es curioso, Kike y el que suscribe nos posicionamos a favor de la fiesta nacional, sin embargo Pepe, natural de Pravia, hombre ya jubilado, sereno, amable y jovial, dice, y cómo no, con la prudencia y el buen hacer del que ya por las canas es sabio, yo no digo nada pero creo que el toro sufre en la plaza, con los puyazos, los estoques a mí personalmente no me gustan, pero respeto todas las opiniones y gustos de cada cual, continúa, y he aquí el porqué de esta historia; soy cazador y me gusta mucho la caza, pero creo que la esencia de la caza es únicamente: el cazador, la escopeta y el perro...

Se gira hacia el valle que transcurre por verdes praderas, que se fusionan al final del camino con el azul del mar Cantábrico, y con un brillo en los ojos se sumerge en los recuerdos de su pasada niñez, nosotros expectantes y respetuosos escuchamos:

De pequeño, cuando era un niño en el pueblo de Pravia, solía venir un veterano cazador al que yo acompañaba en cada una de sus jornadas, éste traía dos bocadillos, uno para mí, el pequeño morralero de excepción, también tenía una perrita de nombre «Diana», muy adiestrada en los artes de la caza; cuando llegaba la hora del almuerzo ambos nos sentábamos, eso sí, el maestro se sentaba siempre sobre una boina vasca («txapela»), degustábamos los dos bocadillos en silencio, y a la hora de marchar dejaba su gorra sobre el suelo. Cuando habíamos andado bastantes metros, el cazador, mirando a su perra, jaleaba: ¿y la gorra, «Diana», y la gorra?, en ese momento, veloz como un rayo, y como si se tratase del mejor trofeo de caza, «Diana» volvía con la boina, que entregaba fielmente a su amo; ambos nos mirábamos riendo, convencidos de que aquel animal, sin duda alguna, era el mejor perro de caza del mundo.

Seguramente fueron aquellas vivencias de niño las que convirtieron a nuestro buen amigo Pepe en un cazador de los de antes, de los de verdad, de los que realmente aman la naturaleza y los animales como nadie. Ahora bien, éste murmura, la caza ya no es caza: las emisoras, con los medios actuales, etcétera, no se le da opción al animal de defenderse frente al ser humano, por eso yo ya me he retirado, y ahora ya sólo disfruto dando mis paseos matutinos, y a veces viendo los pequeños corzos que tranquilamente pastan sobre los verdes prados.

Pienso: ojala pudiera yo tener un compañero y maestro de caza como tú, buen amigo, con un buen perro y bocadillos para ambos y todos estos parajes asturianos para disfrutar de buenos lances.

El día acaba, Kike nos sirve otro culín de sidra y creo que los tres pensamos: viva la caza y los toros.

Paco Osorio Villa, Nueva (Llanes)

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