Las bicicletas no son para las aceras
Se observa mayor número de bicicletas por aceras y paseos de Oviedo. Asustan, estorban, rozan, atropellan y hasta insultan, cuando el ciclista infractor es un «jeta».
Ejemplo real. Al salir del portal coincido con uno de estos ciclistas que bajaba por la acera. Tuvo reflejos, dio un volantazo y quedó recostado contra la furgoneta aparcada allí. El episodio no hubiese pasado del susto, si no fuese porque se recreó en la suerte. Se enderezó y siguió, sin necesidad de ajustar pedales, y unos metros más abajo, frenando un poco, volvió la cara y dijo «¡hay que mirar!». Y fue entonces cuando me sentí arrollado.
La permisiva autoridad y el incivil comportamiento de algunos conductores de coches y furgonetas convierten bastantes zonas peatonales en trampas para el confiado viandante. Igual destino espera a las aceras si se siguen tolerando bicicletas sobre ellas. Actúese, porque hábito que no se combate se convierte en necesidad, como dejó escrito San Agustín.
De esta denuncia o simple información, fácil de entender y atender por quien competa el orden, excluyo al inocente niño vigilado, se supone, por los padres.
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