Se arrullaban
Recordatorio de recordatorios: Vivamos con los sentimientos capaces de hacernos felices.
El domingo día 25 del mes pasado os dijimos: «Despedida y cierre. Adiós por unos días». Y ya veis: nuevamente estamos aquí. ¿Sabéis? Este verano no nos hemos ido –como antaño lo hacíamos con nuestra gente allá a las Rías Bajas a navegar abrazados a «Quéreme algo»– (¡Ay, «Quéreme algo», nombre precioso, precioso y zalamero, zalamero a más no poder...!).
Bien. Dado que la vida tiene tramos de toda índole, deciros, brevemente, que anteayer al atardecer nos apeteció pasear un rato por un parque que tenemos casi, casi pegado a casa. Una pareja (adolescente ella, adolescente él) se arrullaban decorosamente sentados en uno de los bancos del parque. Este escribidor les miró con cariño y complicidad. La pareja nos correspondió con una sonrisa abierta, encantadora. De buena gana les hubiésemos abrazado. Ya nos pesa no haberlo hecho. Qué bobos fuimos (somos). A los tres nos hubiese prestado mucho, cree el arriba firmante. Desde aquí, joven pareja, os enviamos ese abrazo que por timidez no nos dimos. No perder nunca el frescor de vuestro amor naciente e ilusionado que con sólo mimarlo un poco, puede ser (será) para toda la vida.
Amables lectores, tened un buen domingo tanto hoy como siempre. Ah, para dos señoras que nos preguntaron en pleno parque si nosotros éramos quienes somos, muchas gracias y un beso para cada una. Despedida y cierre. Érase una vez.
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