A propósito del salmón asturiano
Con el inicio de la campaña con muerte del salmón en Asturias, y ante las nuevas restricciones que la Administración ha impuesto a la pesca de estos colosos, algunos medios de comunicación están recurriendo a la opinión, algo manida ya, de expertos pescadores de río, de reconocido renombre y destreza con la caña, aunque quizá no tanto por sus propuestas o soluciones para nuestros ríos. Cuencas fluviales, vegas, espacios naturales, ecosistemas de riquísima variedad... termómetros de la calidad natural de una región. El ADN de Asturias.
De hecho, y aunque lamento que uno de esos renombrados pescadores se haya quedado a punto de lograr el campanu del Esva –río que la temporada pasada arrojó el desolador balance de un salmón–, tiemblo ante su particular idea, que me perdone la ironía, de montar una especie de “Asociación de pescadores del escrache fluvial”.
Los salmones han sido siempre objeto de acoso insaciable por infaustos pescadores, furtivos depredadores. “El río es mío” suena aún como un eco recurrente en las gargantas de algunos en las riberas de los ríos. A eso se sumó la lenta regulación por falta de normativa, no solo sancionadora, sino preventiva, de algunos gobiernos regionales para los que nuestros ríos no significaban un sello ecológico de calidad. Me temo además que a pie de río tampoco era buena idea señalar al furtivo.
Los años de la abundancia, muchos, lo fueron tanto en la lista oficial de salmones capturados como en la otra lista extraoficial de salmones enajenados.
SUMARIO: La reacción de los pescadores por las nuevas restricciones impuestas por la Administración en esta campaña
DESTACADO: Jamás olvidaré la maravillosa infancia que disfruté con mi padre y su cuadrilla, mis hermanos y amigos, y la satisfacción con que se abordaban esas maravillosas jornadas de pesca
Somos muchos, demasiados. ¿Qué escrache fluvial vamos a escenificar a la vista de la escasez actual? ¿A quién queremos engañar? Algunos ya se preguntan sobre las bondades de ciertos escenarios, como el de la subasta del campanu. Se trata de cambiar de actitud, sobre todo de actitud.
Yo, no obstante, jamás olvidaré la maravillosa infancia que disfruté con mi padre y su cuadrilla, mis hermanos y amigos, y la satisfacción con que se abordaban esas maravillosas jornadas de pesca. Lo que me lleva hoy a valorar la importancia de cosas insignificantes, solo aparentemente, como por qué ya no se oyen los grillos ni hay saltapraos.
Toca reclamar a la Administración asturiana implicación, osadía para dinamizar proyectos de valiosa envergadura por su ambición transformadora, su impacto sobre nuestra naturaleza y sus ecosistemas.
Ahí va un ejemplo, ¿se ha parado alguien a valorar los costes de asumir un proyecto como la recuperación de la cuenca fluvial del río Esva, un ecosistema único, ¡único!, en el mundo, de tan solo 41 kilómetros de recorrido?
Costes asumibles económicamente, necesarios para el desarrollo de nuevas alternativas y para la transformación de nuestros recursos naturales, de nuevos modelos inteligentes de explotación, de repoblación, alternativas de empleo y riqueza. Todo depende de dónde queremos estar en el futuro, si al frente de escraches fluviales o en el frente de regiones del mundo pioneras en investigación y desarrollo medioambiental.
Y, por favor, que no queden fondos o ayudas sin utilizar nunca más.
Esto, lo sostenible, compete a la Administración asturiana. Para algunos pescadores, más recogimiento, menos “expansividad insostenible”.
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