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La agonía del río y del valle del Trubia

12 de Mayo del 2021 - Manuel Javier López García (Oviedo)

Escribo esta carta a ocho días de comenzar la temporada de pesca de la trucha este año. También escribo al respecto porque soy conocedor de qué condiciones y aspecto presenta la denominada “Senda del Oso” y el río Trubia por el que trascurre pues lo he visto hace apenas una semana y, estas circunstancias, son las que me han impulsado a escribir esta carta.

Como digo, a finales del mes de abril, en un día soleado y con buena temperatura, me acerqué al río Trubia puesto que tenía que leer unos escritos y es sumamente placentero leer lo que sea a la vera de un río con sus sonidos casi imperceptibles que son sumamente relajantes, el colorido diverso agudizado por estar ya la estación de primavera instalada con su regeneración cíclica de nueva vida en bosques, pájaros y demás seres vivos. En estos casos, suelo salir a dar un pequeño paseo para simplemente observar el río, su caudal y toda la vida que surge a su alrededor. Pues bien, al margen de la belleza natural de esos lugares, en esta ocasión era en Tuñón, concejo de Santo Adriano, a unos quince minutos en coche de Oviedo, donde también pude observar otros detalles de diverso tipo y ya dependientes de la mano humana y que resultan muy significativos.

Así, de inmediato observé cómo en la suerte de pasarela formada por troncos de madera y que transcurren por toda la zona habilitada para pasear o ir en bici, muchos de ellos estaban caídos por estar podres, otros a punto de caer y los más, si te apoyas, se mueven; en definitiva, que a toda aquella persona que no conozca tales circunstancias estas pueden constituir una trampa mortal como ya así, desgraciadamente, ha sucedido en el pasado de esta senda.

Por otro lado, los accesos para bajar a la vera del río cada año son más peligrosos y, en algunos casos, imposibles de sortear y bajar puesto que toda esa naturaleza cada año crece en forma de ramas de árbol, conjuntos de “escayos” y/u ortigas y demás obstáculos naturales, todo lo cual puede suponer una caída muy fácilmente. Se preguntarán: ¿cuál es la causa, más allá de la propia naturaleza? Sencillamente que año tras año y durante muchos nadie se ha preocupado por desbrozar las riberas de este río en concreto ni tampoco se ha preocupado del estado de la pasarela de madera podre que corre paralela a la senda.

En cuanto a la pesca específicamente hablando, los que acostumbramos a ir a pescar a este río siempre y durante décadas estamos sometidos a una premisa: cómo baja de caudal el río. Y es que pareciera que sus aguas son provocadas por la eléctrica de turno y por tanto disponen de la autoridad para abrir y dejar más caudal o menos según les convenga, sucediendo que en muchas ocasiones justamente en los momentos más propicios para la pesca es cuando “echan el agua” y cada cual tiene que coger sus petates y regresar a su casa, en alguna ocasión sin apenas bajarte del coche y en otras con el peligro adicional que si te coincide en una mala zona, cada vez más frecuente por las rocas, ramas y árboles, y todo tipo de flora que hay que atravesar, corres un serio peligro de, cuanto menos, llevarte un buen susto pues según llega la corriente de agua es como un pequeño “tsunami”. Este problema se podría solucionar muy fácil y económicamente instalando cámaras web en algún tramo por debajo de Proaza, otra antes de Santo Adriano y una tercera pasada la localidad de San Andrés, concejo de Oviedo ya, por cierto, y donde se pudiera observar en tiempo real cómo baja el cauce del río antes de ir o no a pescar en función de dicho caudal. Esos peligros que señalo de “sustos” al que no conozca la zona, de nuevo, pueden tener un desenlace fatal, circunstancia que ya ha ocurrido en más ocasiones en el río Narcea.

Así pues, este humilde pescador insta a la Mancomunidad de concejos del río Trubia e igualmente al Ayuntamiento de Oviedo a que se adopten estas medidas con carácter inmediato –desbroces de riberas, podas de ramas, instalación de cámaras web, así como revisión exhaustiva de las maderas instaladas justo antes del río– puesto que después de ocurridas las desgracias todo son lamentaciones y tristezas, en una zona eminentemente turística por la belleza del paisaje y tranquilidad de todo el valle. Que por avisar, denunciar y advertir de todo esto no quede; debiendo ahora actuar a quienes les pagamos los impuestos para solucionar estas circunstancias que, por lo demás, crearían algún trabajo y económicamente son insignificantes en los Presupuestos. Avisados están.

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