A los que queriendo salir os quedasteis en casa
Siempre se me ha tachado de persona crédula e ilusa, pero creo que es algo bonito de ser hasta que te das de bruces con la realidad, y eso pasa casi siempre.
El otro día estaba contenta con que llegara el 9 de mayo y se diera fin al estado de alarma y con ello al toque de queda, la verdad es que tenía ganas. Y lo digo en pasado porque visto lo visto, el toque de queda es lo que merecemos, así en general.
Daba por hecho que alguna gente se juntaría, en sus casas, pisos, hasta más tarde para celebrarlo y pasar una primera velada con la familia o con amigos un pelín más relajada y sin prisa.
Lo que no me esperaba fue lo que me encontré al encender el televisor o al pasearme por las redes sociales. Sigo en shock.
Yo, como joven adulta que soy, soy la primera persona con ganas de salir, de tomarme algo con los amigos hasta tarde en una plaza del pueblo, ir a conciertos y festivales (que por suerte se han demostrado seguros) y un montón de cosas más... Y entiendo que muchísima gente esté como yo, lo que no entiendo es lo que pasó esa noche, cuando se juntó tantísima gente en lugares públicos para beber alcohol, cantar cosas tipo “hemos venido a emborracharnos y el resultado nos da igual” y sobre todo a juntarse sin mascarilla, como si de repente el virus se desvaneciera a las 00.00, como si se tratara de la carroza de la Cenicienta.
La cuestión es que entiendo que es un acto desesperado de gente desesperada, pero a estas alturas de la película todos lo estamos y todos tenemos ganas de poder hacer vida “normal” prepandémica.
Me gustaría pensar que, aunque salió muchísima gente, hubo otra mucha que queriéndolo hacer decidió poner por delante el bien común, colectivo, al disfrute individual. A todos vosotros, gracias.
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