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Escuela de San Martín de Podes

16 de Mayo del 2021 - Antón Corostola Fernández (Avilés)

He visto en las redes sociales que la Escuela de San Martín de Podes va a recuperar su antigua escalera, retirando el no tan antiguo mamotreto de hierro que alguien le adosó, parece ser para facilitar el paso. Le tengo un gran “afecto” a esa escuela, pues asistí a ella con unos 8 años, siendo maestro un señor de Málaga que tenía una mujer y una cuñada muy guapas. Asistí después de haber pasado por dos pequeñas escuelas, una en la Dársena de San Juan y otra en un hórreo de Nieva. El edificio escolar, creo, era el mejor de todo Gozón. En el centro un amplio espacio con ya modernos servicios higiénicos al fondo, a la derecha el salón de clase para niños, con altillo y barandilla para el maestro, y a la izquierda lo mismo para niñas. Después de aquí fui una temporada a la escuela de Laviana y con poco más de 9 años al San Fernando de don Víctor en la Magdalena. Fui feliz, pues vivía al lado de la escuela en casa de tía Engracia y de Zulima, y eso me permitía asistir a clase particular, pensando ya en el ingreso en el antiquísimo Bachiller.

El edificio fue financiado por son Amadeo, conde del Real Agrado, nacido en San Martín, donde construyó una bonita mansión con finca amurallada desde cuya galería norte se veía el Cantábrico y la casa donde nació, casa de Genaro. El conde era tío abuelo y padrino del ya fallecido amigo/hermano mío Amadeo. De eso me enteré cuando de estudiantes en Gijón invertíamos la propina que daba los lunes la viuda del conde en vino blanco y buñuelos de bacalao. Con mi edad, el trabajo y las ausencias, ya no me acuerdo de muchos compañeros, pero sí de alguno, casi todos fallecidos: Grabiel del Rexidor, primo mío; Pepe Antonón, que coincidimos en Asturiana de Zinc; Julio la Xenra; Cecilio de García, que también coincidimos en Asturiana.

En aquellos tiempos, yo un imberbe, me reunía en el pozo cubierto de Lloreda con Pepe y Manolo Padre, sobrinos de mi madrina Matilde, Roger el de Rafael, Dionisio de Recaxada, Ramón Viña (Ramonín de Melchor), gran empresario que fue, Jesús el de Laura y algún otro que no recuerdo. Todos ellos tuvieron éxito profesional. Me llevaban al Molín del Puerto y, mientras algunos se bañaban, otros me enseñaban las langostas de la cetárea de Manín del Semáforo. Estos recuerdos de niñez solo tienen algún interés para personas integradas, donde con seguridad se lee LA NUEVA ESPAÑA.

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