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Dedicación y transmisión de valores a los hijos

16 de Mayo del 2021 - Ángel García Prieto

Una de las razones que se pueden aportar al debate que plantean los problemas de conducta de los jóvenes en los centros de enseñanza, en la calle y en casa es que los chicos se sienten cada vez más solos. Se han hecho múltiples estudios sociológicos en países muy adelantados y una de las causas que se esgrimen es que muchos padres, por razones laborales, económicas o de otro tipo, tienden a dedicar menos tiempo a sus hijos. Diversos estudios norteamericanos, hechos con poblaciones de niños y jóvenes en las últimas décadas del siglo XX, veían aumentos de cifras de fracaso escolar, delincuencia juvenil, embarazos precoces, violencia y otros problemas a pesar de que los ingresos económicos del hogar por niño habían aumentado. Se alcanzaban cifras récord de malestar infanto-juvenil que despertaron la preocupación social. Así, una encuesta publicada en la década de los noventa por la revista “Time”, afirmaba que al sesenta por ciento de los jóvenes estadounidenses le gustaría dedicar a sus hijos más tiempo del que ellos recibieron de sus padres, pues, como afirmaba el profesor Louv en “La niñez del futuro”, la autonomía de que disponían los niños, “más que a la educación en la libertad, se acercaba al abandono”.

De esta situación descrita ha pasado ya una generación y algunas cosas han mejorado, pero muchas otras no y parece claro que siempre y ahora también los hijos requirieron y siguen requiriendo dedicación, consejo, apoyo, seguridad y necesitan saber que tienen la retaguardia vital asegurada. Y que, en un momento determinado, cuando tengan dudas y problemas de algún tipo, hay alguien querido y cercano que los ayude a sobrellevarlos. Esto es fundamental y por lo tanto sigue siendo imprescindible la función de la familia; aún en el caso –cada vez más frecuente– que esta sea vicaria, porque la familia no siempre puede ser el padre y la madre; y hay muchas familias monoparentales por viudedad, divorcio y otras razones.

SUMARIO: Sobre el poco tiempo que los padres pasan con los niños

DESTACADO: Es muy importante siempre que las personas se puedan sentir valoradas en su justa medida, lo que adquiere característica de auténtica necesidad durante la adolescencia

Ya se había dicho en la Cumbre Mundial de la Infancia de la ONU, y Willian J. Bennett, entonces secretario de Educación, pronunció un discurso en la Universidad de Notre Dame (Indiana) en el que entre otras muchas cosas dijo que “En los últimos años hemos hecho un trabajo razonablemente bueno enseñando a nuestros hijos virtudes delicadas como la tolerancia, la comprensión, la propia estima y la sensibilidad. Y eso está muy bien (...) Así es como se configura el carácter de una sociedad: mediante la moralidad individual, que acumula un capital social de generación en generación, en beneficio de nuestros hijos. Las convicciones privadas son una condición del espíritu público. Pero hay que renovar continuamente la inversión en convicciones privadas: han de hacerlo los adultos. Esa es nuestra misión”. Esta frase de finales del siglo XX sigue siendo muy válida, aunque haya matices de una generación intermedia que hayan variado para bien en algunos aspectos ya superados y para mal en otros que se han adquirido en las dos últimas décadas.

Es muy importante siempre que las personas se puedan sentir valoradas en su justa medida, lo que adquiere característica de auténtica necesidad durante la adolescencia, en la que la inseguridad producida al abandonar la niñez determina una vivencia de precariedad que puede llegar a ser agobiante y muy destructiva. El peor de los chicos tiene un valor enorme como persona que es, y eso hay que dejárselo siempre muy claro. Y además los adultos tendríamos que actuar en consecuencia.

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