Por qué estoy a favor de la Superliga
Corría el año 2001 cuando mi tío me llevo al campo del Almería, que jugaba contra el Real Murcia, encuentro de la Segunda División. Para un chaval de ciudad como yo que solo había visitado el Camp Nou y Montjuic, aquella tarde en aquel campito de barrio se antojaba un mero trámite en mis vacaciones. Sin embargo, aquel partido cambió mi manera de entender el fútbol, aunque no lo descubrí hasta años después.
Todo en aquel estadio rezumaba realidad. Mi tío comía pipas y se tiraba la cáscara por encima porque, decía, ya se sacudiría cuando se pusiera de pie, mientras el señor de al lado me ofreció un puro que, gustosamente, rechacé ya que tenía 12 años. En el terreno de juego el partido fue vibrante, los jugadores se dejaban la piel. La estrella del partido fue Mikel Lasa, ex lateral izquierdo del Real Madrid, que se comía la banda cada vez que le llegaba la pelota. La gente animaba al equipo, jaleaba cada ocasión, y celebraba cada gol como si lo hubiesen marcado ellos. El partido acabó con 3 a 2 a favor del Almería, y yo, que había descubierto que Almería tenía un equipo esa misma tarde, celebré la victoria como uno más.
Hace unos años, ya con treinta y pico y pelo en el pecho, fui al Camp Nou invitado por un buen amigo que es socio y que me hizo una observación: "El Camp Nou es el campo más aburrido que hay". No se equivocaba. La grada estaba apagada, y en el terreno de juego un partido desigual entre dos equipos con una diferencia de varios ceros entre presupuestos.
Da la casualidad de que los equipos que forman parte de la Superliga son los que más presupuesto tienen y, en consecuencia, los que suelen acaparar el palmarés en sus respectivos países. La Superliga es, quizá, la oportunidad de equilibrar la balanza en los otros 17 equipos, crear una Liga más competitiva y que vuelva a reinar el fútbol como aquel día reinó en el Almería-Real Murcia.
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