En favor de los derechos del pueblo saharaui
Hace unos días, nos manifestábamos en Gijón en apoyo del pueblo palestino por la agresión constante que sufre por parte del ocupante israelí. El próximo sábado, 22 de mayo, lo hacemos en Oviedo en solidaridad con el pueblo saharaui, de cuya tragedia no somos ajenos, toda vez que, como colonia que fue de España, los hemos dejado a su suerte tras la Marcha Verde por parte de Marruecos y la posterior intervención militar que se saldó con miles de muertos civiles y el exilio de más de 200.000 saharauis que encontraron refugio en las cercanías de Tindouf en territorio argelino y en donde aún siguen tras 46 años, en espera de una solución justa que no acaba de llegar por la indecisión de unas Naciones Unidas que olvidan la razón de su fundación que no era otra que poner fin al colonialismo en el mundo.
No es menos culpable nuestro país, toda vez que a efectos del Derecho Internacional sigue siendo potencia administradora tal y como reconocen los organismos internacionales y es por tanto quien tiene que tomar la iniciativa en el marco de NN UU y de la propia Unión Europea, para dar una salida justa a este enquistado problema y que pasa ineludiblemente por la celebración del referéndum de autodeterminación que las propias partes –Marruecos y el Frente Polisario– acordaron y firmaron en 1991 en el llamado Plan de Paz y después de 15 años de cruenta guerra saldada con miles de muertos y prisioneros de ambas partes.
Desde la firma de ese Plan de Paz, han pasado 30 años y seguimos a la espera de que se aplique aquel acuerdo. Desde ese mismo organismo y a efectos de contentar a Marruecos se pretende que el Frente Polisario renuncie a la autodeterminación y acepte que se le reconozca como una autonomía dentro del Estado marroquí. Una trampa mortal, toda vez que Marruecos es un Estado centralista y por tanto seguiría explotando los recursos naturales saharauis en favor suyo, dejando a la población saharaui sumida en la más completa miseria y sometida a los dictados de una monarquía cruel y despótica en la que los caballos de Mohamed VI son mejor tratados que sus súbditos. Tampoco habría garantías de seguridad para los dirigentes saharauis de la misma forma que hoy no las hay para la población civil que en las zonas ocupadas se enfrenta cada día a los cuerpos represivos del monarca, expulsándolos de sus casas, destruyendo sus enseres, apaleándolos, deteniéndolos, juzgándolos sin garantías procesales, condenándolos a largos años de cárcel o hacerlos desaparecer.
El Frente Polisario y el pueblo saharaui no pueden aceptar esas condiciones ni tampoco prestarse a un arreglo común entre las partes. Toda vez que estamos hablando de un ocupante que no se quiere ir del Sahara Occidental y un ocupado que quiere formar legítimamente su propio Estado y ser dueño de su destino.
En otro orden de cosas, es triste haber escuchado cómo desde la Embajada marroquí se pedían al Gobierno de España explicaciones por acoger al presidente saharaui Brahim Gali, ingresado en un hospital del país al ser contagiado por el coronavirus y en un claro gesto de humanidad, y que no haya habido una respuesta contundente por parte del Gobierno por inmiscuirse descaradamente en los asuntos internos de nuestro país. Ese signo de debilidad muestra hasta dónde nos dejamos someter ante una tiranía que usa como excusa Ceuta y Melilla, la emigración o el fuerte comercio con España en materia de armas y productos fundamentalmente hortícolas.
El chantaje es un acto miserable que exige una contundente respuesta. Las relaciones bilaterales entre España y Marruecos no pueden ser un obstáculo para que nuestro Gobierno defienda los derechos humanos allá donde estos sean vulnerados y defienda sus compromisos internacionales que en este caso no son otros que el derecho a la libre autodeterminación de la última colonia africana.
Por la plena soberanía del Sahara Occidental, referéndum ya. Viva el pueblo saharaui. Viva el Frente Polisario como su legítimo representante.
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