El misterio de las dimisiones en cadena
Jo, me acabo de enterar; mi amigo Estupefacto García ya está de regreso de su viaje a Santander. Leyó en la prensa hace unos días: “Santander financiará hasta el 95% de la hipoteca a los menores de 35 años”; se despidió de la familia y se fue pa’llá.
Estupefacto, al que el uso continuado de la mascarilla y la consiguiente falta de oxígeno en el cerebro le producen problemas puntuales de comprensión lectora, no entendió que el anuncio se refería al banco Santander, además ¡tiene 69 años!
Mi amigo es un buen tío y jodidamente feo, calamidad que achaca a la maldición de tener unos genes lamentables. Votante del PSOE, aunque “sanchista” convencido, trabajaba en la fábrica de pan La Fariña, pero una alergia tardía a la harina de trigo le obligó a jubilarse anticipadamente.
Mientras sueña con tener su casa en propiedad, aunque sea en Santander, aprovecha su tiempo para leer prensa libre como elDiario.es, ver televisión independiente como la Sexta y escuchar música para entendidos los fines de semana (Pavarotti, Queen y la tuna de Valladolid).
Estupefacto, gran tipo, está en proceso de asimilación de la “faena” de Ayuso en Madrid, pero está más preocupado por lo que intuye es un “sálvese quien pueda” en el área económica socialista del Gobierno.
Se estruja las meninges intentando ver por dónde van los tiros ante las incomprensibles dimisiones en cadena, éxodo masivo, que se han producido en las últimas horas de altos cargos de primer nivel como la secretaria de Estado de Economía y Apoyo a la Empresa, el jefe de Análisis Económico del gabinete del presidente del Gobierno y el director de Información Económica de Moncloa, que han decidido abandonar el barco. Bajas a las que hay que sumar la de la jefa de gabinete de la vicepresidenta segunda y su homólogo en la Vicepresidencia cuarta, así como su adjunto; incluso, hablando de dimisiones, está mosqueado, por la todavía no suficientemente explicada de Iglesias.
Y para más inri, a los que no dimiten, los dimiten o expulsan del partido, caso de Gabilondo, Franco, Leguina o Nicolás Redondo. Se percibe un cierto olor a podrido. ¿Qué está pasando?
Estupefacto va más allá y se pregunta qué tsunami puede estar a punto de producirse cuando Yolanda Díaz “amenaza” el pasado lunes: “La legislatura empieza ahora. Los cambios empiezan ahora”; y a renglón seguido, Sánchez pronuncia una frase que suena más a una despedida anticipada: “Me gustaría ser recordado como el político que arregló la economía de España”.
Y, ojo, todo esto está pasando mientras el BCE compra toda la deuda que el Estado emite, el déficit se multiplica, lo de Plus Ultra se complica, el Tribunal de Cuentas pide aclaración sobre facturas del covid, Marruecos se nos sube a las barbas, el pánico a la inflación, los autónomos en pie de guerra...
¿Es fácilmente explicable y entendible para los damnificados por la LOGSE que los cargos cesantes llegaran en 2019 con un crecimiento del 3 por ciento, y se larguen en 2021 con un déficit del 11,7? ¿Algún procedimiento penal en el horizonte?
La conclusión evidente es que se palpa mucha presión y muchos nervios. Me recuerda a los últimos meses de Zapatero, dando una imagen de aparente normalidad hasta que llegó el hachazo.
Estupefacto se quedaría ídem si, como ya hemos dicho aquí algunas veces, se repitiera aquel aciago 12 de mayo de 2010, en el Congreso de los Diputados. Sería, en ese supuesto, el epílogo a una hecatombe que muchos temen y que ninguno deseamos.
Saludos cordiales.
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