Denuncias falsas
El otro día charlaba sobre las denuncias falsas. Nadie -todo hombres- sabía rebatirlo con conocimiento de causa. No paraban de decir que hoy en día tienen que tener cuidado porque cualquier mujer puede, si quiere, arruinarles la vida. Yo, insistente, preguntaba si conocían algún caso. No sabían responder y solo repetían: Hay muchos. Lo dicen estadísticas.
Finalmente un compañero explicó su experiencia. Había sido víctima de una denuncia falsa.
-¿Se resolvió rápido? ¿Te ha arruinado la vida? Que pasó? -preguntaba yo muy insistente.
-La mujer estaba loca. Lo hacía para defender a su marido, el cual creo que le pegaba. Rápido se demostró que era falso.
¡Este hombre hoy tiene trabajo, no tiene estudios y no parecía demasiado afectado por la situación -no pretendo juzgarlo, solamente apunto, lo que yo podía ver en el ámbito fenomenológico- y finalmente claudicó: ¡Ves, yo soy un ejemplo!
-Los hombres que comentábamos eran hombres que se les había arruinado la vida. Yo no te veo la vida arruinada y no veo que ganara ella.
-¿Por otro lado, cuando te robaron el coche -dirigiéndome a un
compañero que se lo acababan de robar- te cuestionaron el robo o, directamente, pasaron a tramitar la denuncia?
No tuve que añadir mucho más, ya que no sabían qué decir y solo me decían que no se podía hablar de eso conmigo.
Finalmente, claudiqué:
-Yo conozco muchas mujeres que han sufrido violencia de género o, incluso, maltratos físicos y/o psicológicos y nunca lo han denunciado.
Espero que no se atrevan a juzgar el por qué no lo han hecho.
Era obvio que ni cambiarían ni tenían la intención de abrir sus horizontes de
pensamiento. No sea que aquella conversación les hiciera reflexionar sobre sus privilegios.
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