La lata de las tildes
Estas líneas se inspiran en el interesante artículo “Sin taxis para la EBAU”, del profesor de Lengua Francisco García Pérez, publicado en LA NUEVA ESPAÑA de 12 de mayo, cuya calidad literaria salta a la vista y cuya gracia se inicia por su título, “Sin taxis...”, en vez de sintaxis. Tal artículo cita un libro sobre lingüística al que contradice con humor: “Ole y ole. Qué manera de escribir, que himalaya de dicción, que gramático más gramático ha de ser quien lo redacta”. También reprocha a un colega por escribir: “Con arte en el cuerpo y música en los piés”, ya que pies no lleva tilde según las reglas de acentuación de los monosílabos, y nos resume la normativa sobre el uso de tildes.
Se lamenta también de la excesiva importancia que en la evaluación de la EBAU se da al análisis sintáctico, en comparación con las lecturas y su comprensión, “lo que me parece, pareció y parecerá injusto, pernicioso y hasta un sindiós, qué caramba”.
Nos cuenta finalmente que encargó a un niño de su familia una redacción sobre “Una tarde en el campo”. El niño escribió un texto en que todas las vocales llevaban tilde. Quizás el niño quiso decir que da lo mismo poner todo tildes que no poner ninguna.
Y ¿por qué seguir poniendo tildes? El inglés no las lleva; ya sabemos que dicho idioma tiende a simplificar y a abreviar el lenguaje tanto oral como escrito, pero en el tema tildes solo veo una razón para la diferencia: el que, dada la difícil fonética inglesa, en sus escuelas se enseña a fondo la fonética de las palabras, incluida su acentuación, y los niños se llevan a sus casas, como tarea, un listado de palabras equívocas para su práctica. Aun así, en España cualquier persona medianamente educada sabe distinguir, por el contexto, sin falta de tildes, la acentuación de palabras, aunque se escriban igual.
El otro día un “tildófilo”, que no era de la RAE, me puso a prueba con un intrincado texto sin tildes, cuya primera frase decía: “Yo calculo que el calculo que calculo el arbitro que arbitro, desanimo al prospero medico que prospero siendo critico con quien critico a quien le medico...”. En este trabalenguas malintencionado se habían omitido una docena de tildes, lo que dificultó pero no impidió la correcta comprensión del texto.
¡Señores y señoras académicos! Si aún no se animan a suprimir las tildes de un plumazo, vayan suprimiéndolas paso a paso: conclave académico, reunión telemática, ¡cáspita! ¿como?, e tuvo; y demás. En unas pocas y cómodas sesiones, podrían editar otro actualizado DRAE, sin tildes; con las excepciones oportunas.
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