Educar al educador
“Deberían volver a ponerse de moda las clases de urbanidad, también para adultos, incluyendo la asignatura de Educación Cívica” (M. L. Armiñán).
En las primeras décadas del siglo XX se publicaban unos elementales libritos sobre Urbanidad (de urbe), que se estudiaban en las escuelas, equivalentes a lo que hoy llamaríamos Civismo (de civitas); principios básicos del respeto y buen trato a los demás, y que Russell identifica con la formación del carácter, distinto a la cultura o educación intelectual.
En los años 40 tales manuales de urbanismo desaparecieron de las escuelas y colegios, si bien había asignaturas de ética, lógica, teoría del conocimiento, psicología, filosofía, y su historia. Hoy la enseñanza de la Filosofía está en decadencia, como también lo está la cultura en general.
Y, sin embargo, no hay nada más importante para el desarrollo y bienestar de los pueblos que la precoz educación de sus niños desde su primer mes de vida, para lo que es imprescindible la educación de los educadores (padres, cuidadores de maternales, de guarderías y de enseñanza preuniversitaria, así como una deseable enseñanza preparental voluntaria de matrimonios y parejas que deseen ser padres o en vías de serlo).
Estos principios son muy fáciles de escribir, pero muy difíciles de poner en práctica (países o familias pobres, desconocimiento del desarrollo mental y emocional del niño, cómo tratarlo, gobernantes ineptos, y demás).
Detalles de cómo conocer los componentes instintivo, emocional y cognitivo de los niños es una tarea muy compleja y aún más que les llegue a los educadores. Un libro con 90 años de antigüedad, sin duda mejorable pero con aspectos muy ilustrativos, es “Ensayos sobre educación” del Nobel Bertrand Russell, de cuyo fallecimiento se cumplen ahora 50 años, y cuyas ideas básicas bien merecen un capítulo aparte. Sus padres y más directos educadores, murieron antes de que el niño cumpliera 4 años.
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