Hijos todos de su misma madre
La Constitución del 78 es un hecho excepcional en nuestra historia moderna. Es la definición perfecta de “encaje de bolillos”. Hubo que acometer una revisión profunda donde todo el mundo tuviera hueco, nadie se sintiera excluido y las heridas pasadas se recordaran con ánimo de no repetirse. Se aceptó que la guerra española no había sido de “buenos y malos” (salvo que queramos considerar malos a la mitad de la población de aquel entonces) y que había tenido unos factores complejos que, en cualquier caso, no se debían volver a repetir. Una dictadura militar nunca debía ser una forma de gobierno deseable.
La Constitución representó una altura de miras políticas formidable. Tuvo la capacidad de sentar en la misma mesa a gente que se había odiado abiertamente y sin ningún tapujo. Además tuvo sensibilidad con las distintas realidades históricas de cada territorio. Fue, en definitiva, una obra de ingeniería imposible. Insostenible. Algo así como diseñar la torre Eiffel invertida esperando un equilibrio que no se podía dar. Pero se dio.
Curiosamente entre la gente que quiere una reforma de la misma donde quepan sus ambiciones nacionalistas están “personajes” que llevan tres meses intentando formar gobierno. Con una altura de miras astragalina, hijos todos de su misma madre.
Debe rellenar todos los datos obligatorios solicitados en el formulario. Las cartas deberán tener una extensión equivalente a un folio a doble espacio y podrán ser publicadas tanto en la edición impresa como en la digital.
Las cartas a esta sección deberán remitirse mecanografiadas, con una extensión aconsejada de un folio a doble espacio y acompañadas de nombre y apellidos, dirección, fotocopia del DNI y número de teléfono de la persona o personas que la firman a la siguiente dirección:
Calvo Sotelo, 7, 33007 Oviedo

