Más oxígeno y más madera para la India
Antes de viajar a la India tus amigos te advierten de que no es un viaje más. ¡Es el viaje!
El turisteo es espectacular (Adra, Jaipur, Delhi, Bombay), pero puede ser comparable con otros destinos de primer nivel como Italia, Francia, España o Egipto.
La diferencia es que este viaje es contra ti mismo, se dirige a tu centro de gravedad permanente (D.E.P. Franco Battiato), cuestiona tu equilibrio mental. Mientras estás allí tu estado de ánimo transita por un parque de atracciones permanentemente. Es un tópico, pero puede ser que al regreso no vuelvas a ser la misma persona.
Se trata de un viaje de peregrinación que debería ser obligatorio para cualquier ciudadano acomodado occidental ya sea ateo, agnóstico, creyente o capillita.
La economía india en las últimas décadas ha mejorado, pero la pobreza sigue siendo una de las grandes taras. Sobrepoblación, falta de higiene, contaminación añaden más dificultades a la supervivencia.
A pesar de que las castas fueron abolidas por ley en 1949, el mantenimiento tácito de las mismas, un Estado muy lento y desaparecido en muchas ocasiones contribuyen a que los problemas sean de dimensiones abrumadoras. Innumerables lacras en una nación que rondará los 1.400 millones de personas.
Para el viajero es un shock del que es difícil reponerse. Como terapia inmunológica te convences de que no puedes hacer nada, la vida es así y te repites todas esas muletillas vitales que te ayudan a seguir caminando. La memoria de pez también hace su efecto. En algún momento de bajón piensas que estabas mejor disfrutando del aire acondicionado en tu confortable sillón indultando a Tele 5.
Con el paso del tiempo, con la distancia que te da objetividad, admiras y valoras en su justa medida el milagro que se produce cada día en millones de hogares indios, gracias al sacrificio y esfuerzo silencioso e incansable de su gente.
Pero llega el apocalipsis en forma de covid y sientes en el fondo de tu alma el desastre que se avecina. Te parece que son demasiadas plagas las que deben soportar los de siempre.
Se abre una ventana y entra aire fresco, con mucho combustible, con mucho oxígeno. Hay personas que ayudan desinteresadamente a otras, hay ONG que trabajan muy duro, recuerdas que lo has visto “in situ” y compruebas que siguen allí con fuerzas renovadas.
Estos hombres y mujeres realizan labores destinadas a los dioses y hacen que vuelvas a congraciarte con el ser humano.
Es una gota de agua en el océano, pero una gota de agua necesaria que con el tiempo y más apoyo de instituciones o de personas anónimas provocará el tsunami de erradicación de la pobreza.
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