La razón de la sinrazón
Según los medios de comunicación, hablados, escritos, con imágenes y sin imágenes, pero dignos de todo crédito y, por cierto, no muy afines al poder, que son apenas los que se pueden contar con los dedos de las manos y que se denominan independientes, nos están contando casos escandalosos un día sí y otro también.
En cualquier país medianamente democrático, bastaría para echar del poder a nuestros gobernantes de turno y quizás a más de uno colocarlo entre rejas. Sólo habría que plantear las cosas seriamente.
Indudablemente, estamos en el umbral de una dictadura, tan vilipendiada en otros tiempos y que ahora, con Constitución, con urnas y con libertad, vamos derechos a ella. Eso sí, con legalidad encubierta.
A saber, hay millones de parados y los sindicatos, cada vez más verticales, ni se inmutan. Claro que esas llamadas «subvenciones», que no son más que sobornos encubiertos, los hace estar quietecitos; ¿a quién votarán en las próximas elecciones?, creo que la respuesta es obvia.
Cuando hay refriegas por esos mundos, según quiénes sean los contendientes, echan a los «artistas» subvencionados, vociferantes ellos, acompañados siempre de algunas personas de buena fe engañadas, pues por lo que se ve en esta España que estamos sufriendo el engaño es el pan de cada día.
Y así, según algunas imágenes, se ven actores, actrices, escritores y gentes que se llaman a sí mismas «intelectuales», salen, como digo, con unas banderas que, ¡oh! casualidad, hasta hay algún que otro terrorista conocido; véase el ejemplo del ahora vecino de Irlanda afortunadamente, que me hace pensar que ni los unos son tan buenos ni los otros tan malos.
Y del paro de España qué, aún no hubo ninguna manifestación.
Así todas las cosas, pero al revés: le pegas una bofetada a tu propio hijo y... puedes terminar en la cárcel.
Puedes estar «tirado» literalmente en un aeropuerto, y no pasa nada, bueno sí, sale una señora con una falta evidente de un logopeda y dice una serie de palabras que me recuerdan a Cantinflas, y se queda tan pancha; eso sí, sin abandonar la poltrona. Se echan la culpa unos a otros, para desorientar al boquiabierto espectador, que al final puede sacar la conclusión de que la culpa fue de «aquel maldito tango» cuya consecuencia no es un paritorio, sino la mesa de algún desaprensivo (por no decir algo peor), que deja a la criatura en cualquier molino, en complicidad con algún desagüe.
Y aquí seguimos todos calladitos, sindicatos, liberados y ciudadanos, que piensan que si pierden éstos, quién sabe lo que pasará; hasta puede que vuelva el difunto del setenta y cinco y nos devuelva a los años de la posguerra, hasta incluso con el reinvento de «auxilio social», ya de nuevo en vigor.
Ignorancia es la que hay en un país donde ya todo parece normal, todo es justificable: aborto, eutanasia, terrorismo, prevaricaciones, robos, mafias y hasta piratas del Mediterráneo... y del Caribe.
Y los que pagamos nuestros impuestos ¡qué! ¿No tenemos derecho a que nuestros administradores hagan bien las cosas, si es que saben? Pues de mediocres está España llena. Hasta el punto de que nuestro presidente regional hace poco hablaba, sacando pecho, del pleno empleo y el Estado de bienestar, qué sarcasmo.
Conclusión: es imposible mantener diecisiete gobiernos con todos los gastos enormes que conllevan; suprimir las subvenciones a toda esta gente: sindicatos, artistas, liberados, diarios y semanarios, cineastas y demás voceros del partido gobernante, sea del signo que sea.
Una oposición como es debido, que diga las cosas claras, porque si no también terminará viviendo únicamente de la subvención.
Y en cuanto a culpables de la crisis, bueno, je, je, je.
De los aeropuertos: el tiempo.
De la nieve: los ciudadanos, por no dejar el coche en el garaje, y esa maldita nube, que se descolgó y, al parecer, engañó a todos.
Del paro: el socialismo, que por lo que veo es sinónimo de miseria; a lo ocurrido, antes y ahora me remito.
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