Obispo, sátrapas y simoníacos
Desde la infancia, siendo monaguillos, sabemos que la Iglesia católica fue “simoníaca” al vender bienes espirituales por dinero (misas, sacramentos, novenas, triduos... Jesús los echó a latigazos del templo, dice el Evangelio). Nos metió el miedo en el cuerpo con su Dios bíblico castigador (infierno, purgatorio, limbo) y un cielo ignoto e inexistente del que ni el mismo Jesucristo regresó triunfante. De esta forma obtuvo legados y beneficios (pestes, virus, volcanes y catástrofes) que engordaron su patrimonio. También sabemos, ya de mayores, que no hay ni una sola obra civil de la Iglesia española que no haya sido subvencionada y en gran parte financiada por el Estado y el pueblo español, amén de la picaresca frailuna para engordar certificaciones de obras y obtener el total del costo gratis. (Incluidos templos).
Juan XXIII negó la existencia de infiernos y dogmas irracionales y más de cien mil curas abandonamos la Iglesia ante el fracaso del Concilio. Quedan simoníacos, pederastas y homosexuales por doquier, que quieren esquilmar al país mediante las inmatriculaciones de bienes que les son ajenos, y el pueblo español tendrá que responder a tanta codicia con otra “desamortización” como la que hiciera en su día el ministro Mendizábal.
Hoy es un fraile, obispo de Oviedo, quien reclama bienes de una congragación de caridad, amenazándolas con la excomunión. No, señor obispo, ya nos excomulgamos nosotros solos sin su ayuda y apostataremos en breve ante una banda de obispos que desconocen su origen divino y son jefecillos de una Iglesia cuya existencia se basa en una prueba semántica e interpretativa. Ni una sola prueba empírica (demostrable) pueden aportar a tanto cuento chino.
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