Cavilaciones en torno al indulto
De todos es sabido que en los cosos taurinos cuando el toro destaca por su excepcional comportamiento y por bravura puede ser indultado, es decir, perdonado de morir a manos del matador, para ser rescatado por su ganadería y llevar una vida placentera en el campo como semental, un premio que se concede también al ganadero que ha sabido criar un ejemplar con casta suficiente como para que el público asistente al festejo en el que ha sido lidiado reclame del presidente del festejo esta medida de gracia, y si este la concede, el animal es devuelto a los chiqueros y de ahí a pastar y a vivir en las dehesas cumpliendo la misión reproductora por la que ha sido premiado.
Esta práctica de honda tradición en la “fiesta nacional” está siendo motivo de debate entre los aficionados e incluso cuestionada por toreros y ganaderos, que se quejan del elevado número de indultos que se conceden sin que se respeten las reglamentaciones y las exigencias que deberían, y que con ello se está desvirtuando su finalidad y su sentido.
Desde mi particular punto de vista, y asumiendo que puedo estar equivocado, considero que una medida de gracia como esta, excepcional, en cualquier caso, debe tener un tratamiento también excepcional, y no tiene ninguna gracia que el presidente de turno se la tome “a la torera y haga de su capa un sayo”, que es tanto como decir que “a quien Dios se la dé San Pedro se la bendiga”, y no sé cómo seguir porque posiblemente “se me ha ido la olla”.
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