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Soñé que la nieve ardía

28 de Mayo del 2021 - José Luis Sancho Sánchez (Zaragoza)

“Soñé que la nieve ardía, y por soñar imposible, soñé que tú me querías”. Lástima que no pueda hacer sonar a una rondalla entre las letras. Lo que quiero deciros es que los grandes sueños imposibles merecen el sentimiento que da fuerza al alma, ese poder humano todavía capaz de alcanzar la gloria de lo sublime.

Sin sueños, los hijos de Dios hechos con la tierra y el agua pronto decaen para ser tan solo animales racionales, seres sin más objetivo que la supervivencia. Un sueño casi imposible, se acompaña de la esperanza de que, si alguien se decide a soñarlo, no importa hasta dónde llegue en su intento de hacerlo realidad, habrá traspasado la línea que más allá de una vida cualquiera, nos transporta al verdadero paraíso, el que se produce dentro de un espíritu valiente.

Creo que, a estas alturas, todos nos damos cuenta del drama que se está produciendo en el ámbito humano, todos, pero cada cual en su particular percepción, claro. Hay quien se apuntó a un bombardeo o manifestación para protestar por el cambio climático, pero hoy, cuando el sueño se desvanece, se acomoda fumando delante de sus hijos; quizá ya ni se preocupa de separar la basura. En aquel tiempo no parecían sueños, sino aventuras, y quizás eran solo eso, excusas para una diversión vestida de altruismo, movimientos populares solo para pedir que alguien haga algo sin compromiso alguno. “Hay que cambiar las cosas”.

Lo que hay que cambiar está dentro de cada mente y de cada corazón; en unos casos tendrá un objetivo definido y en otros habrá que averiguarlo, eso porque lo que no podamos conseguir como individuos, no cabe esperarlo de la sociedad, y lo que no se consiga en la sociedad no lo conseguirán políticos que van a lo suyo, empresarios que tienen la obligación de ser prácticos, banqueros que sirven y se sirven del capital, ONG sin medios o religiones ensimismadas, y... a la vista está. Las “cosas” que unos dicen que quieren arreglar perjudican a los intereses de los otros, de modo que no cabe esperar soluciones de entidades e individuos no comprometidos.

Si persistimos personalmente, con sinceridad de corazón, en el sueño de un mundo mejor, un mundo justo, limpio y veraz, aunque no esté en nuestra mano, Dios lo sabrá y nos hará despertar en él, Él sí que puede: “Y solo un poco más de tiempo, y el inicuo ya no será, observarás su lugar, y ya no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra y verdaderamente hallarán su deleite exquisito en la abundancia de paz” (Salmos 37:10,11).

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