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Las palabras excesivas de un dentista

16 de Agosto del 2010 - Juan Carlos García Palacio (Oviedo)

El 29 de marzo publicaba LA NUEVA ESPAÑA una carta mía titulada «Problemas con un implante dental». Mencionaba, en el escrito, aspectos sobre el tratamiento y detalles económicos relativos a los costes abonados por mí a la Clínica Universitaria de Odontología en concepto de colocación de dos implantes; y lo hacía contestando a otra carta del catedrático don Manuel Alfonso Villa Vigil quien, con una desproporcionada y parcialmente ilegítima reacción, me había llamado, a su manera, deudor e incluso hizo un llamamiento a los lectores de los que yo pudiera ser cliente o paciente para que tuvieran cuidado con mi particular manera de pensar y actuar. En aquella carta, yo le pedía e incluso rogaba (ni amenazaba, ni conminaba), que retirase las citadas ofensas y advertencias perjudiciales o le demandaba.

Puse el asunto en manos de un abogado y un procurador y el 14 de julio, en el juzgado correspondiente, hubo el acto de conciliación. El doctor Villa Vigil, por medio de su procuradora, presentó una carta enviada a LA NUEVA ESPAÑA, que fue publicada el pasado día 11 de agosto con el título «La verdad sobre unas muelas».

No quiero repetirme como la cebolla y no tengo palabras nuevas para contestarle: mis argumentos sobre el tratamiento en lo que a usted respecta ya los expuse, lo que pagué fue explicado, igual pasa con lo que pido que se me devuelva y las razones en la que me apoyo. Respecto a la famosa membrana quiero añadir que, con mucha cordialidad y nula oposición, rompieron la carta de pago cuando amabilísimamente expuse las razones para avalar mi desacuerdo.

Si digo que me llamó deudor usted dice que eso es tergiversar la verdad. Si le pedí y rogué retirara las ofensas, dice que eso fue amenazar y conminar. Le reúno todos los calificativos que dio a mis palabras en sus cartas: inexactas e injustas, inveraces y de dudosa buena fe, carentes del más elemental criterio, suposiciones irreales, gratuitas, falacias, pretensiones irracionales.

¿Por qué no contestó a ninguna pregunta de las formuladas en mi carta? Cuando le quitan la razón parece destilar una agresividad escrita tremenda. Dice que miento; pues mire las cartas están ahí, las suyas y las mías. Los lectores saben lo que significa desconsideración, prepotencia, insulto, el no responder a preguntas educadas y razonadas y lo que significa la agresividad. No soy catedrático, no tengo su envidiable cultura ni conocimientos. Usted escribe de una forma que me resulta prepotente, desconsiderada, ofensiva y encima no contesta a las preguntas. Me llama mentiroso: pongo a disposición de todo el mundo la documentación (autorizo al periódico a facilitar mi teléfono a quien quiera verla). Como no soy deudor y como dice que nunca me lo llamó pues me quedo con su «verdad» al respecto y doy por cerrada esta polémica (con usted) salvo que me siga faltando al respeto.

Juan Carlos García Palacio, Oviedo

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