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Unos superricos y otros camino de la indigencia

31 de Mayo del 2021 - José Luis Álvarez Lauret (Gijón)

El mismo día en que LA NUEVA ESPAÑA informaba a tamaño liliputiense sobre la manifestación en Gijón en contra de la anunciada reforma del sistema público de pensiones, que sin duda no nos traerá otra cosa que no sean recortes en la valoración de las mismas y agravar las condiciones para llegar a tener derecho a una jubilación digna y en edad aún lejana al final del nuestro ciclo vital, resulta que con letras a tamaño de rascacielos nos publicitan el hecho de que alguien con mucha pasta haga alarde de lo muy rico que es comprando el piso más caro construido hasta ahora en la ciudad en nada menos que 1,6 millones de euros.

Vivimos en una sociedad de libre mercado y cada uno es muy libre de gastarse el dinero que le sobra en aquello que le apetezca –faltaría más–, pero hay que reconocer que la noticia en cuestión chirría no un poco, sino bastante. Yo que, por mi edad, viví aquellos míseros años de posguerra soportando todo tipo de carencias y mal viviendo, no puedo entender que con el trabajo y sacrificio que nos costó a la gran mayoría de los españoles hacernos con las cuatro paredes y un mal techo denominado piso o vivienda donde cobijarnos en nuestro derecho a la intimidad y por la que se nos sangra de por vida vía impuestos, tengamos que soportar que alguien nos restriegue, aunque sea con la careta puesta, que se permite el lujo de gastarse 1,6 millones en la adquisición de una vivienda. ¿Pero qué materiales y que se mete ahí para que una vivienda llegue a costar tanto?

No sé cuál será la solución ni cuál el motivo, pero en mi opinión estamos volviendo a la burbuja inmobiliaria. Este tipo de malos ejemplos van a arrastrar los precios de las viviendas otra vez al alza de manera desmedida, tal como ya nos pasó hace un par de décadas y luego nos trajo lo que nos trajo. Estamos volviendo a una España sin clase media; unos alardeando de superricos y otros hundidos en sus miserias, sin trabajo ni medio alguno de ganarse el sustento. Mal futuro nos espera. Como diría un religioso: "Que Dios no coja confesados"; falta nos hará, porque esto va de mal en peor. Que los posibles lectores de mi escrito sepan disculpar mi pesimismo, pero los muchos años vividos no me dejan ver la situación actual de otro modo.

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