Carta abierta a Lola Herrera
Querida Lola:
No pudo ser. Y mira que lo intentamos.
Lo intentamos hace tres años en Olmedo, en el Festival de Teatro Clásico de esa estupenda villa, pero no pudimos cuadrar las vacaciones. Y de repente, ¡milagro! ¡Viene Lola Herrera a Oviedo! Con Carmen Sotillos y el cuerpo aún caliente de su difunto esposo...
A principios de abril compramos las entradas por internet, tarea que no nos resultó nada fácil porque a la página web se la puede acusar de cualquier cosa menos de sencilla y/o intuitiva. Pero lo logramos. Somos cuatro amigos, Janet, Maite, Yolanda y Diego, y la madre de dos de nosotros, mi madre, Pilar, de 81 años, admiradora tuya desde hace muchos, muchos años, y amante del teatro desde siempre (nos acompaña regularmente a los festivales de teatro de Mérida, Olmedo y Almagro, donde disfruta como la que más). Tras dos meses de espera, por fin llegó el gran día: 29 de mayo, teatro Campoamor, "Cinco horas con Mario".
Al sacar las entradas se nos advirtió que el horario inicial de la representación podía cambiar, dependiendo de si seguíamos con el toque de queda o no, y debíamos comprobar con antelación la hora definitiva. Eso hicimos. Para desgracia nuestra. Entramos en la web del Ayuntamiento de Oviedo, sección cultural, unas dos semanas antes del evento y vimos que, efectivamente, al levantarse el toque de queda, se retrasó una hora. Un par de días antes de nuestra cita contigo, Lola, Janet volvió a revisar el horario, por si acaso: se mantenía a las 20:00 horas, que en toda tierra de garbanzos son las ocho de la tarde. Todo en orden...
...Llegamos al teatro a las siete y media, con una excitación apenas contenida. La excitación pronto dio paso a una inquietante sensación de alarma al no ver a nadie delante de la entrada. Nadie. Y la descarga de adrenalina llegó cuando vimos aquel papel blanco con la hora impresa en la parte de abajo del cartel: 19:00 horas. No nos lo podíamos creer. En la taquilla nos lo confirmaron. Y el portero, un hombre muy amable con el que compartimos nuestra desolación, lo único que pudo hacer fue facilitarnos una hoja de reclamaciones.
Fue llegando más gente a la que le había pasado lo mismo; unos reclamaron, otros no.
Desandamos el camino intentando que la frustración no nos arruinara lo que quedaba de fin de semana. Yo lo siento particularmente por mi madre, Pilar López, que ese 29 de mayo, tras muchos, muchos meses sin salir y con esa tremenda ilusión de verte, Lola, se volvió para su casa con las ganas. También lo siento por Janet, por Maite, por Diego y por mí. Te repito sus nombres porque no quiero que se conviertan en números.
Y una cosa te digo: seguiremos intentándolo.
Donde quiera que estés.
Un abrazo,
Yolanda García López (y Cía.)
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