Encofrados y fomentos
A defender el indulto, discutible y discutido, envió el Gobierno a las 24 de La 1 al Ministro de Fomento, que, por serlo, lo es de Obras Públicas, además de piloto especialista en aterrizajes de emergencia. Muy acertada la elección de Ábalos, pues era necesaria a todas luces una hormigonera poderosa, capaz de verter toneladas de cemento en tiempo récord para hacer fraguar materiales tan lábiles y renuentes al fraguado como los dichosos indultos. Estuvo sobrado y sembrado el señor Ábalos, aunque en ello no haya mucho mérito con un entrevistador que, a los visitantes afines, les pregunta mientras los maquillan dónde prefieren recibir el masaje.
El indulto es una prerrogativa del Gobierno que "está ahí desde el siglo XIX y funciona tan bien que sigue funcionando". En cambio, hay que adaptar a los tiempos el concepto de "sedición, que viene del siglo XIX", un siglo de algaradas y pronunciamientos, cuyo último episodio fue el golpe de Tejero. ¿Que "los indultos serían ilegales" (Guerra)? Cómo pueden ser ilegales si todavía no son. Por eso lo de la oposición es "una guerra preventiva". Aunque para preventivo, el Gobierno: el propio Ábalos, que "no se prodiga", apuntó al indulto en una entrevista anterior, "hace seis meses". Por no hablar del Presidente, que, "en el discurso de investidura", ya prefiguró la indulgencia presidencial.
O séase, Ábalos jinete, "cabalgando las contradicciones" como el otro, el señor de los anillos que dio con su frágil osatura en tierra en la frenética galopada del pasado mayo entre Galapagar y Vallecas. Pero el de Fomento cabalga con más aplomo, pues tiene posaderas de más peso, por no decir de plomo. Es impresionante la fragilidad de las civilizaciones, siempre al borde del colapso: el estadista Ábalos, de no topar con la oportunidad Sánchez, se hubiera jubilado de maestro (el mismo riesgo que amenazaba a Adriana Lastra de haber sacado el título).
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