Niña Rocío
Estoy contigo, Rocío, volverás a ser la niña alegre que sonreías de reojo mirando a cámara cuando sonaba la maravillosa voz de tu querida madre, Rocío Jurado, nuestra cantante inmortal.
Te creo porque en estos dos meses llorando contigo he vuelto a revivir aquellos sentimientos de miedo y de tristeza que gracias a una frase de mi hermana fui capaz de enterrar, tal como podría haber sido enterrada en vida hasta desaparecer: “Una mujer maltratada es la que perdona la primera bofetada”.
Y dicen que has cobrado por abrirte en canal delante de millones de desconocidos... Poca indemnización me parece si ha servido para que miles de mujeres frente al espejo de la televisión se atrevan a escapar de esa agonía en vida, evitando llegar al escarnio último de ver dañados a sus hijos o su propia integridad.
Salvando la comparación, millones de pesetas y cientos de miles de euros cobraron aquellas mujeres que posaban casi desnudas en la portada y ampliamente expuestas en los desplegables interiores de la revista más vendida en España durante años, y nunca nadie se escandalizó por ello.
Días después de la desaparición de los niños Ruth y José Bretón, hace casi diez años, se publicó en esta misma sección de LA NUEVA ESPAÑA mi carta “Escapa con lo puesto” (15-10-2011), que escribí coincidiendo con una magnífica columna sobre la violencia machista de don Vicente Montes (redactor de LNE) en su espacio “Notas al margen” y titulada “No es amor”. Me atormentó la impotencia de saber que Ruth Ortiz, la madre de aquellos ángeles, no denunció hasta el día siguiente de perderlos el maltrato infligido por aquel monstruo durante años.
Salvando las distancias con aquella tragedia horrorosa, yo tampoco denuncié, eran otros tiempos “jurídicos” aún bastante hostiles hacia las mujeres, pero sin haber tenido hijos con aquella alimaña escapé literalmente con lo puesto. Eso sí, mi familia y amigos íntimos son depositarios de algunas pruebas por si algún día me ocurriera algún “accidente extraño”. Incluso años después aquel cobarde tuvo la osadía o imprudencia inexplicables de solicitar mi “amistad” en una red social como si no hubiera ocurrido nada.
Gracias por tu valioso testimonio, mi niña Rocío, tu madre estará orgullosa de ti con la mía. Por los cielos de Chipiona y de Gijón.
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