Ríos de sangre inocente
La cifra de abortos voluntarios admitida (Ministerio de Sanidad) está próxima en los últimos años a 100.000 abortos/año.
Este es nuestro récord, desde que un tal Zapatero, cuya madre lo parió, aprobó la actual ley.
Esta criminal sangría de seres humanos no natos se permite legalmente en nuestra España, que busca, Sánchez, traer emigrantes para seguir machacando carne de seres vivos españoles.
No me consuela pensar que en otros países desarrollados sucede parecido. Porque no es cierto. En varios se ayuda a la mujer, desde económicamente para no abortar hasta ayudas para la crianza del bebé nacido.
La Misericordia, que cabe con muchas de las mujeres que no saben lo que hacen, no es aplicable a la justicia exigible a las autoridades, jueces y Gobierno de un país.
No puedo entender tanto escándalo con la deleznable violencia relacional y poder olvidar el matadero de inocentes que supone el aborto.
En su cinismo, el Gobierno quiere penalizar a quienes brindan ayuda a la mujer para no abortar. ¡Es el colmo!
¡Mi cuerpo es mío! es la gran mentira predicada por las abortistas. Si una mujer se corta voluntariamente un brazo de un hachazo, será castigada por la Ley. Luego tu cuerpo tienes obligación de cuidarlo y mantenerlo. Y eso es igual para el hijo de tus entrañas.
Ante la injusticia de ciertas leyes no hay más remedio que la rebelión, que es defendida desde los grandes filósofos griegos hasta los cristianos, Tomás de Aquino y el Padre Mariana. Todos ellos hablan de la manera de acabar con el tirano y sus leyes. Los griegos propiciaban el asesinato, los cristianos, lejos de proponer matar, recomiendan cualquier medio que produzca su inhabilitación y alejamiento.
Esa sangre preciosa que en cientos de miles de litros se arroja al alcantarillado pide una justicia que un día se tendrá, como se promete en las Bienaventuranzas.
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