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Tristeza y bebida, la depresión y el alcoholismo

25 de Julio del 2021 - Ángel García Prieto (Oviedo)

El abuso del alcohol tiene bastante que ver con la depresión, y además de una manera doble o múltiple. Por una parte, es frecuente observar en algunos enfermos diagnosticados como depresivos que, al no llevar de una manera adecuada su tratamiento, comienzan a plantear problemas clínicos por abuso alcohólico, con trastornos de conducta o al menos con problemas que interfieren en su vida familiar, laboral o social. Además, cuando el tratamiento antidepresivo se lleva a cabo mal, algunos mezclan el alcohol con los fármacos y la interacción de ambos suele ser perjudicial.

Es muy notable la relación entre los trastornos del estado de ánimo y el abuso de alcohol, porque un importante número de pacientes que han acabado por acudir a la consulta para el tratamiento de un trastorno de dependencia alcohólica son real e inicialmente enfermos depresivos que nunca han sido diagnosticados ni tratados como tales. Incluso ellos mismos no han pensado que el problema de fondo que les ha abocado al uso excesivo del alcohol es su estado de ánimo, habitualmente triste y bajo. Se trata de verdaderos depresivos que, de una manera inconsciente, han comenzado a beber para animarse y el uso ha hecho primero un hábito y luego una verdadera dependencia alcohólica.

Se puede decir, por tanto, que un buen número de alcohólicos son inicialmente depresivos y que han llegado a hacer una dependencia al usar como antidepresivo el alcohol. Sin ser conscientes de que esta substancia, que les mejoraba los síntomas depresivos de una manera momentánea, en no mucho tiempo les creaba un alcoholismo.

Por otro lado, en ocasiones, el alcoholismo y la depresión se manifiestan conjuntamente -lo que se denomina comorbilidad-, y se observa una frecuencia de depresión dos veces mayor en alcohólicos que en la población general. Algunas estadísticas también encuentran, a este respecto, diferencias en los sexos, pues en el 66 por ciento de las mujeres el alcoholismo precedía a la depresión, mientras que en el 78 por ciento de los varones era el alcoholismo el que se manifestaba antes que la depresión.

Esta comorbilidad, de alcoholismo con presencia de depresión, puede ser debida a efectos tóxicos del alcohol sobre el sistema nervioso central; a reacciones psicológicas de pérdida de estatus social, laboral, familiar, consecuentes a los trastornos de conducta que produce el alcoholismo; también a secuelas cerebrales por accidentes sufridos como consecuencia del alcohol; e incluso a posibles relaciones genéticas entre el alcoholismo y la depresión.

En todo caso, la mezcla de alcohol en cualquier trastorno psiquiátrico es una dificultad añadida, y la depresión sigue esta misma regla. Por eso el tratamiento de la depresión ha de pasar por la abstinencia previa de las bebidas alcohólicas. El alcohol, usado moderadamente, puede ser usado de una manera festiva, pero -salvo como desinfectante de la piel- nunca puede utilizarse como medicina. Nunca.

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