La "bananización" de España
No puedo más. Tengo que ponerme a escribir esto, aunque nadie lo publique y nadie lo lea.
El deterioro que percibo en la Administración española es preocupante y nos mete de lleno en estructuras y modelos de gestión de lo que vulgarmente denominamos “país bananero”. Es decir, en un funcionamiento ineficaz, caótico y desidioso de la Administración, que empapa como una mancha de aceite al resto de la sociedad.
El primer golpe ha venido, como tantos, de la mano del covid. Como consecuencia del covid todas las administraciones han blindado el acceso del ciudadano a la gestión personal y han parapetado a la Administración tras un muro de autorizaciones previas y procedimientos telemáticos. De acuerdo que estaba justificado por razones sanitarias. Pero percibo que esa cómoda situación -no hay nada peor y más molesto para el gestor que la atención personal, en la que, a menudo, tienes que sufrir a reclamantes irrespetuosos u obcecados- se está perpetuando más allá de lo que ahora es justificable.
Pero estos tres días han colmado mi vaso.
El pasado sábado nos encontramos con la desagradable sorpresa de que habían reventado una ventana y entrado en nuestra casa del pueblo. Uno de tantos en los que los asturianos (y asturianas, que, en este caso, es de mi mujer) tenemos residencia heredada de nuestros antepasados. Había que ir a poner la denuncia del robo al cuartel más cercano de la Guardia Civil. Cuartel que cada vez está más lejano de los miles de pueblos de España. Llegamos el mismo sábado por la tarde y nos atendió -eso sí, muy amable- el guardia de turno. Que a esa hora ya no se podían poner denuncias, que era solo no sé qué días por la mañana. Nos facilitó el impreso de denuncia (“hágalo Vd. mismo”) y nos dijo que podíamos ir a presentarlo al cuartel de Oviedo. Soy muy antiguo. Tanto que yo esperaba a un guardia que llamase al “instructor” de turno para que en una máquina de escribir -ahora, un ordenador- se pusiese a teclear, con lenguaje formal, los hechos de la denuncia, para después darnos una copia sellada. Fuese la hora que fuese y el día que fuese. Pero eso era antes, cuando los cuarteles estaban en casi todos los pueblos.
Nos fuimos con la molesta sensación del tiempo perdido y la más molesta obligación de hacer nosotros de instructores y ponernos a rellenar los hechos de la denuncia. Que la gente se reiría mucho de las redacciones de los atestados policiales, porque no tenían que ponerse a redactar ellos mismos, para que, entonces, fuesen los policías quienes se riesen de la redacción. Para todo hay que saber, que diría el otro.
Al paso que vamos, dentro de nada, con el formulario te darán una “guía del buen detective” y te dirán que cuando tengas resuelto el caso vuelvas a contárselo.
El lunes, con nuestra denuncia ya hecha, nos fuimos al cuartel de Oviedo. Nos volvió a atender otro guardia, también muy amable. Que tampoco, que en Oviedo tenía que ser a partir de las 14.00 horas, que fuésemos a dar una vuelta y volviésemos después. Y nos dio -¡cómo no!- cita previa para el martes por la tarde.
Supongo que todos saben el viejo chiste del que pincha una rueda y va a pedir un gato (mecánico) a una casa. Apetece volver a la Guardía Civil a decir: “Sabe qué, que se meta la denuncia por el culo”. Aunque el amable guardia no tenga la culpa. Que no la tiene.
Calentito de la denuncia mi email me dice: “La Agencia Tributaria ha emitido una notificación dirigida al NIF ...........". Punto. Ni un link ni una clave. Nada.
Abro la página web de la AEAT, busco los teléfonos de información, deduzco cuál debería de ser el correcto, 901200345 y 915356813. Llamo. Me trago la consabida alocución que finaliza con el no menos consabido marque 1 para tal, 2 para cual, 3, 4, 5. Este.
Llamo una vez. Agua. Dos, agua. ¡Veintidós veces en dos días!
¡Por fin!
-Mire, he recibido este correo.
-Eso es que le van a enviar una notificación.
-¡Hombre, no se ofenda Ud., pero eso ya me lo dice el correo! Mi pregunta es cómo puedo saber de qué es, y cómo acceder a ella, porque el mail no me pone nada.
-No sé. Eso lo sabrá cuando la reciba.
-¿Pero usted no me puede dar más información?, ¿por qué medio?, ¿cuándo me la van a enviar?
-Pues no sé. Esto tiene una burocracia, si es por correo habrá que ensobrar, enviarla. Si ve que tarda mucho pida usted una cita previa en la oficina que le corresponda.
¡¿De verdad?! ¿De verdad que los españoles estamos pagando para esto?! Para tener que llamar veintidós veces a lo largo de dos mañanas (tal cual) para que alguien te diga que pidas una cita previa a tu delegación.
En fin. No sé si será el calentón. Pero mi percepción de la deriva “bananera” de España me tiene hondamente preocupado. Y muy cabreado.
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