Los niños maltratados
Ya empieza a ser frecuente que, de vez en cuando, los medios de comunicación nos informen de niños y bebés asesinados, crímenes producidos casi siempre en el entorno familiar, en particular, por sus padres o por sus madres o por las nuevas parejas de estos. Pero estos niños y estos bebés muertos son solo la punta del iceberg de un drama de dimensiones colosales que no tiene ni ministerios exclusivos para combatirlo ni toda la infraestructura administrativa y presupuestaria que se da a otros problemas a veces relacionados, como la violencia de género. Si maltratar a un niño o a un bebé es el peor crimen que se puede cometer, no se entiende cómo es posible no solo que no haya programas específicos para combatir estas prácticas, estos gravísimos delitos, peor aún, que muchas veces se oculten, se minimicen o se disculpen. Es frecuente escuchar, por ejemplo, la indignación de algunas personas cuando padres son condenados a penas muy laxas por abofetear a niños pequeños. Pero es muchísimo peor la ocultación interesada de la cantidad de bebés recién nacidos que son encontrados en contenedores de basura, a veces después de haber sido brutalmente asesinados. Y, lo más fuerte de todo, es que son precisamente los movimientos feministas los que, al mismo tiempo que denuncian la violencia machista, no quieren saber nada de esas estadísticas que ponen el punto de mira mayoritariamente en las mujeres, pues, aunque hay hombres que asesinan a sus propios hijos y/o que maltratan a los hijos de su pareja, la mayor parte de los bebés asesinados lo son por sus propias madres. Debemos recordar lo que sucedió con las clínicas abortistas del carnicero peruano, doctor Morín, en Barcelona, adonde acudían mujeres de varios países de Europa, España incluida, para abortar fuera de los plazos que establecía la ley, a veces fetos completamente viables, que eran congelados para al día siguiente destruirlos en trituradoras industriales para comida. Tuvieron que ser los medios de comunicación ingleses y daneses los que sacaran a la luz aquellos crímenes abominables, mientras que en España Marín fue absuelto en medio del ambiente de presión de grupos feministas que defendían este tipo de prácticas y, por supuesto, a esas "pobres madres". Todos tenemos el corazón encogido por lo que les ha podido pasar a esas niñas que han sido secuestradas en Canarias por su propio padre, pero al mismo tiempo que ya hay gente pidiendo máxima pena para el secuestrador, si es que no ha cometido un delito peor, esa misma gente está pidiendo el indulto para Juana Rivas precisamente por haber cometido el mismo delito de secuestro y que primero fue condenada a cinco años, luego se le bajó la pena a dos años y medio y que sigue sin entrar en prisión. Es obvio que tanto el maltrato machista como el maltrato a los niños tiene mucho que ver con la educación. En este sentido, muchos de los jóvenes actuales, acostumbrados al mínimo esfuerzo, a la ausencia de disciplina y de compromiso y a hacer lo que les da la gana, no son capaces de convivir civilizadamente en pareja y de cuidar como es debido a sus propios hijos. Son muchas veces los abuelos quienes se tienen que hacer cargo de la educación y hasta de sacar adelante a sus nietos. Miles de niños son maltratados en España, física y psicológicamente, por sus propios padres, niños que no reciben ni la educación ni la comida adecuada, bebés a los que no se cambia el pañal, retoños que están hasta altas horas en los bares, pobres criaturas inocentes que sufren en sus tiernas carnes a los monstruos en que esta sociedad ha convertido a sus tutores, una sociedad que no piensa hacer nada para salvarlos de los maltratadores que tienen en casa. No pueden hablar, no pueden quejarse, se ha impuesto la ley del silencio sobre su tortura. Y, por supuesto, los niños no son de sus padres, son del Estado, su tutor en última instancia.
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