Todavía quedan personas honestas
Sí, honestas y solidarias, y esto lo demuestran dos ciudadanos residentes en Vegalencia (Mieres).
El pasado mes de abril me acerqué al río Nalón para practicar una de mis aficiones, la pesca.
Ya al anochecer decidí retirarme y emprender el regreso a mi domicilio en Oviedo. Apenas se veía y empecé a recoger caña, botas, cesta y demás utensilios, dejando para el final esta última, mi preciada cesta de mimbre con todos los aparejos cuidadosamente guardados en sus correspondientes departamentos, incluida mi licencia de pesca; todo en orden. La lona que la reviste los contenía.
Añadir para más señas que era un regalo de mis hijos en el día del padre de unos años atrás. Ni qué decir tiene el valor sentimental que para mí tenía.
Pasados unos días, vuelvo al río Caudal y al sacar los útiles de pesca, veo que la cesta no está. La había olvidado sobre el suelo de un lateral del coche. Con el consiguiente disgusto, la di por perdida.
No obstante, volví al lugar donde la había olvidado, y claro, la cesta no estaba pero la vida guarda sorpresas agradables y a mí me tenía una reservada.
Pasados varios días, un domingo para más señas, llaman a mi casa. Ya era de noche y no esperaba visitas. Como seguían llamando con insistencia, descuelgo el telefonillo del videoportero y en la pantalla veo que se trata de un joven que pregunta por mí. Me dice que trae mi cesta de pesca, pues la había recogido en donde yo la había olvidado. Que su padre y él miraron todos los departamentos de la lona que la revestía y habían visto mi licencia con los datos de mi dirección.
Como averiguaron a quién pertenecía se habían tomado la molestia de desplazarse hasta mi domicilio desde Vegalencia para entregármela.
El hecho, si cabe, merece doble agradecimiento por razones obvias: pudiendo haberse quedado con ella, no lo hicieron, sino que además se tomaron la molestia de venir desde su casa solo y exclusivamente para devolvérmela.
Desde este medio quiero dejar patente mi infinito agradecimiento hacia estas dos ejemplares personas, Manuel Prieto y su modélico padre, familia por cierto muy querida y apreciada en su localidad desde siempre.
Para ellos va mi reconocimiento, gratitud y un fuerte abrazo.
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