¿Se puede ser más vil traidor y miserable?
No lo he pensado mucho. Lo tenía claro ya antes de pensarlo, pero, no obstante, le dediqué unos segundos a la búsqueda y no.
Quien se une a la maquinación para asesinar a su propia madre está en el límite más aberrado de la perversión humana.
Si lo hace con los agravantes de manifestar públicamente su intención. Usa todo su máximo poder para allanar el camino hacia la consecución del crimen. Tiene la inconmensurable desfachatez de argumentar que lo hace por el bien de su progenitora. Se desdice de todo cuanto dijo en su momento sobre las condenas y el cumplimiento de las mismas, para los convictos y confesos sentenciados por el anterior intento de homicidio agravado, que siguen manifestando como su leit motiv el logro de su idea homicida. Quien con sus palabras y actos no deja de reiterar una y otra vez su macabro plan, ¿no se hace acreedor a ser juzgado con una ley que, en verdad, lo ajusticie? A él y a todos los que le secundan.
Si esa ley existe, ¿por qué no se aplica? Si no existe, ¿no están obligados a promulgarla los facultados para ello? Si no se aplica o no existe, ¿no significa esto la misma connivencia con él que la de él con los confabulados para el macabro plan?
Como yo, lamentablemente, no puedo crear ni aplicar leyes, tendré que conformarme con lo que no me conforma en absoluto, dando el nombre de la víctima propiciatoria: España.
Una madre que, ahí está su historia, siempre ha tenido hijos que la han querido. ¿Los sigue teniendo?
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