Heroínas y supervivientes
Una de las peores enfermedades de la sociedad actual es el machismo: menospreciar a las mujeres por sus capacidades, tratarlas como si fuesen objetos de su propiedad y secuestrar a los hijos para matarlos son algunos de los muchos síntomas, todos ellos muy crueles y perjudiciales.
Afortunadamente, la sociedad va tomando consciencia de los hábitos y comportamientos machistas que todavía afloran a día de hoy, y no dudan en castigarlos y desdeñarlos a través de las redes. Sin embargo, esto no es suficiente: aún nos queda mucho por recorrer, y es necesario avanzar repudiando tan solo a los hombres que infligen el mal sobre las mujeres (hay enfoques que son extremistas hasta el punto de eliminar a los hombres de cualquier ecuación por el simple hecho de serlo).
Mucha gente se preocupa por la importancia del lenguaje inclusivo (hacia cuyo planteamiento he mostrado total desacuerdo en otros escritos), pero no por cuestiones más relevantes, como aquellas relacionadas con la legislación y los derechos humanos. ¿Por qué José Bretón está condenado a 25 años de cárcel tras haber perpetrado un macabro crimen contra sus hijos como venganza hacia su exmujer, Ruth Ortiz? ¿Por qué Juana Rivas, una madre que intenta proteger y salvar a sus hijos de atrocidades que puede cometer su padre, ingresa en prisión por secuestro cuando tiene razones para haberlo hecho? ¿Por qué no hay protocolos para proteger a la infancia de los repugnantes actos que pueden cometer personas con un claro desequilibrio mental (padres, abuelos, tíos...)? ¿Por qué la educación en valores está tan apartada de la sociedad, cuando esta puede ser una herramienta para salvar vidas y erradicar el machismo? Estas son algunas de las muchas de las preguntas que me hago.
Mientras ocurren estos incomprensibles e intolerables sucesos, me gustaría felicitar a todas las mujeres que están luchando día a día para tomar las riendas de su vida y ser más felices, a pesar de las circunstancias. Todas vosotras sois unas heroínas, y ojalá la justicia de nuestro país cambie y se ponga a vuestro favor, porque no os merecéis el daño que se os está ocasionando.
Estos últimos días está en mis pensamientos Beatriz Zimmermann, madre de Anna y Olivia, que ha sufrido el peor de los daños por culpa de su exmarido. He estado al corriente del caso y, para mí, ella ha sido un ejemplo de valentía y entereza, de una gran heroína que está luchando con todas sus fuerzas por encontrar a su hija Anna y saber lo que sucedió con esta y Olivia; y me ha dado muchísima tristeza, rabia e impotencia cuando se confirmó el peor de los desenlaces. Desde aquí me gustaría expresar mis más sentidas condolencias a ella y a su entorno: no están solos, toda España está con ustedes.
Los niños son criaturas inocentes, sin malicia, con ganas de jugar y disfrutar de cada día junto a sus seres queridos. No consigo explicarme por qué estos pequeños, tan dulces y adorables, pueden ser asesinados por terribles monstruos que no toleran que sus exparejas sean libres y felices lejos de ellos: malvados sin corazón, sin empatía, sin piedad, sin vergüenza y sin amor, que han dejado muertas en vida a sus exmujeres porque les han arrebatado sus razones de ser de la forma más cruel y despiadada.
No puedo imaginarme el dolor tan grande que estarán sintiendo mujeres como Ruth o Beatriz, ni cómo podrán salir adelante después de una situación tan difícil como esta. Por ello, me gustaría pedirle encarecidamente al Gobierno que, antes de que se produzca y lamente una muerte más (sea de una mujer o de un menor), revise las leyes e introduzca protocolos de protección a mujeres (sean madres o no) y menores que estén sufriendo una separación familiar muy tensa y violenta. Por desgracia, las víctimas asesinadas no pueden volver, pero, por hacerles justicia, sí se puede evitar que haya más. Que Ruth, José, Anna, Olivia y muchos otros niños más no caigan en el olvido.
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