Ya no sé de qué quejarme
Una carta más, una queja más, de todo lo que nos ataca o recorta nuestra necesidad de paz, de justicia, de seguridad, de convivencia, de salud, de vacunas y..., ya puestos, de amor. No nos gusta pensarlo, pero quejarse no sirve de nada. Todo indica que vamos a peor... en conflictos, en contaminación, en delincuencia, en violencia hacia los tuyos y hacia los otros, en falsedad, en abusos, y... más triste todavía: si tu golpe contra los demás ha sido noticia, se te dará cancha pública por parte de los medios, pero si has sido una buena persona, habrás pasado inadvertido, tu ejemplo no habrá tenido promoción, no habrá servido para nada socialmente, solo habrá servido para que puedas morir en paz, en la paz de tu conciencia, quizá la única que hayas tenido en tu vida.
Así son los tiempos. Por eso cada día me inspira más ternura esta sección donde se acumulan las quejas sobre cualquier tema, grande o pequeño, y con la confianza que me da el LA NUEVA ESPAÑA con su propuesta: “¿Y tú qué opinas?”... pues opino: ¿hay alguien que pueda convencer al que puede y debe hacer algo, porque tiene su pequeño poder? No, ¿por qué? Porque lo que vaya a hacer ya está previsto desde un principio, y se cocinará o no, al pairo de los intereses de partido o lo que sea.
¿Nosotros podemos hacer algo? Pues sí, por ejemplo: no viendo la foto que no significa nada, casi casi un selfi sin autorización, tampoco servir de auditorio a dramas terribles que se convierten en seriales intolerables, viviendo de las ayudas sociales para no pagar los impuestos abusivos, etcétera. Aunque, realmente, todo eso no tiene mucha importancia, lo importante es lo que estemos haciendo cada uno de nosotros de acuerdo no con nuestra verdad, sino con la verdad, la justicia y el amor, para con cualquier clase de prójimo, sea más prójimo (próximo) o menos prójimo, como ese abuelo que morirá solo porque no tiene a nadie. Y si no... ya no vale quejarse.
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