El hombre propone y la casualidad dispone
Una definición de casualidad: “Causa o fuerza a la que supuestamente se deben los hechos y circunstancias imprevistos, especialmente la coincidencia de dos sucesos”. Otra: “Combinación de circunstancias que no se pueden prever ni evitar”.
Tengo, cuando menos, un par de peros para la primera. El “supuestamente” que incluye la definición tiene un claro componente teológico o esotérico, lo cual limita su aceptación. También hace alusión a “hechos y circunstancias imprevistos”, algo que, para mí, no es cierto, la casualidad también decide los previstos. Podría quedar citado con Pepi y tanto ella como yo tener toda la intención de acudir a la cita, pero por qué la Pepi o yo (yo he sufrido, con seguridad, más de cien) no podemos sufrir un esguince de tobillo, o (eso no me ha sucedido nunca, pero siempre puede darse una primera vez) atropellarnos un camión a uno de los dos, ¡o a los dos!, camino de la cita (que me atropellara un camión no me ha sucedido, pero atropellar yo al camión sí, en la cabeza tengo la cicatriz que lo confirma).
La segunda definición sí me parece mucho más realista, “circunstancias que no se pueden prever ni evitar”, eso sí.
Desde que somos engendrados. Nuestros padres habrán decidido o no traernos al mundo, pero el caso es que aquí estamos.
Y la casualidad hará que ellos, los padres, puedan ser Pepe y Fifi o don José y doña Josefina, con lo que esto conlleva para los hijos. Tu diseño no es cosa suya. La genética, gaitas, solo te vas a acordar de ella si te trajo alguna enfermedad hereditaria. Porque así es la vaina, de haber algo bueno en tus genes no te enteras y hasta puede que la cagues y lo eches a perder. ¡Ah!, pero si es malo, sí que te vas a enterar ¡y no lo podrás cambiar!
También, para mayor inri, ya vienes de fábrica con un sinnúmero de contraindicaciones, casuales. Aun resultando un producto de cierta calidad, más o menos logrado, inevitable, para muchas cosas estarás cagado.
Bueno, aunque la casualidad no te haya hecho buen entendedor, me parece a mí que no necesito seguir argumentando para darlo por entendido. La casualidad es la mamá de la causalidad y, como no tengas un martillo a mano, es imposible darte un martillazo en un dedo. Ojo, con esto no quiero decir que intentes meter los clavos a puñetazos (espero que la casualidad no te haya hecho tan bruto).
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