La verdad no deseada
Seguramente propiciado en parte por el clima de supervivencia física y económica en un entorno de inseguridad, se ha desarrollado una indiferencia hacia lo trascendente. La vida sin trascendencia no tendría sentido, especialmente para el ser inteligente, o... dotado de inteligencia. Que un árbol viva mil años y una tortuga trescientos ya indica que algo no está funcionando en el ser humano, creado en principio a la imagen de Dios y hecho para vivir.
Las posibles respuestas intelectuales o religiosas basadas en mitos, leyendas o filosofías ya no están en el candelero porque no solucionan el problema. Lo conveniente sustituye a lo pretenciosamente trascendente. Pero sí, hay una verdad verdaderamente trascendente para responder a todas las cuestiones; la primera cuestión, sin embargo, es: ¿a quién le importa la verdad si no le conviene? Por ejemplo esta:
"Y habrá un tiempo de angustia como el que no habrá habido desde que comenzó a existir una nación hasta ese tiempo... Los perspicaces brillarán tanto como el cielo, y los que llevan a muchos a la justicia brillarán como las estrellas, para siempre jamás" (Daniel 12:1-3). Claro que, reconducirse hacia la justicia puede que no encaje con este tiempo, pero habrá que intentarlo, porque el camino del hombre se acaba, y el juicio para la vida está llegando: "Durante ese tiempo se salvará tu pueblo, todo el que esté anotado en el libro".
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