Tiempos conspiranoicos en Perú
Ya comentamos de las elecciones de infarto en Perú (https://mas.lne.es/cartasdeloslectores/carta/45815/elecciones-infarto-peru.html) y los días posteriores han acentuado los peligros antidemocráticos, de la mano de quienes en el cómputo oficial aparecen como perdedores, es decir las huestes fujimoristas y quienes les apoyan.
Uno de sus diputados electos, y previsible presidente del Congreso si todas las alianzas de derecha y extrema derecha concuerdan, el exalmirante y excomandante general del Ejército Jorge Montoya ha pasado la raya al incitar a desconocer el resultado de urnas e instar a otras elecciones, vulnerando la propia Constitución fujimorista, es decir, situándose en la sedición. También quiere que se cambie todo el Tribunal Electoral.
Con Pedro Castillo, el modesto profesor rural al que la contabilidad de la ONPE oficial da como ganador de la segunda vuelta, y que ya lo fue en la primera, podría significar un vuelco en las aspiraciones populares de los pueblos indígenas, de las comunidades rurales, de buena parte del pobrerío del Perú. Justamente lo contrario de lo que auspician las élites.
Un Perú con 150.000 fallecimientos por el virus pandémico, que ha arrasado en los sectores más humildes, desprotegidos por las políticas neoliberales que destrozaron los servicios públicos, que aspira a cambios en profundidad, y justamente los poderosos rabian por impedirlo.
A la hora de compartir esta nota el jurado electoral ya ha contabilizado todos los votos (diez días después de haberse celebrado los comicios) y, sin embargo, para perjuicio de los nervios, y para mayor abundamiento de las conspiraciones, no ha proclamado todavía la candidatura vencedora.
Las presiones son enormes. Los fujimoristas escrachan la vivienda del presidente del tribunal para tratar de que haya fisuras, como ya las hubo cuando ampliaron el plazo estipulado para presentar (¿o inventar?) más impugnaciones. Pero la presión de quienes apoyan a Castillo en las calles también se hizo sentir, y el Tribunal Electoral hubo de rectificar su metedura de pata, aunque lo hiciera apelando al Tribunal Constitucional.
En medio, "el profe", presidente electo, aparece tranquilizando y llamando a la calma. El presidente en funciones (designado en medio de las diversas crisis institucionales y dimisiones y destituciones de varios presidente), con un perfil de diplomático, también ha sido señalado de traidor por el fujimorismo, por haberse "atrevido" Sagasti a conversar con Vargas Llosa (devenido en apoyador de Fujimori) en torno a que no hubiera provocaciones hacia la democracia debilitada en Perú.
Y la señora Fujimori, pendiente de juicio para entrar en la cárcel, se aferra a la posibilidad de desconocer el triunfo de su rival, de que haya condiciones para que el estamento militar se soliviante, porque en ello no solamente le va la magistratura, sino la impunidad e inmunidad para con lo que la Fiscalía mantiene en muy graves acusaciones de corrupción.
Sobre mojado llueve, si se considera que cinco años atrás Fujimori perdía por similar cantidad de diferencia de votantes con el empresario PPK (al que después se encargó de fulminar desde el Congreso), y que antes había perdido con Humala, por lo que esta es (¿para desesperarse?) su tercera derrota en segunda vuelta de presidenciales.
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