No éramos los mismos con mascarilla
Después de tantos meses usando la mascarilla a todas horas, la noticia de la anulación de la normativa que nos obligaba a llevarla es, sin duda, un gran alivio, por lo que significaba de incomodidad e incluso por el agobio que suponía para hablar y hasta para respirar.
Pero quizás lo más importante de esta "liberación" no es el hecho en sí de llevarla o no, sino lo que representa desde el punto de vista emocional e identitario, tanto en cuanto a los demás como frente a nosotros mismos. La mascarilla nos ha protegido frente al contagio, pero ha ocultado durante todo este tiempo una parte considerable de nuestra personalidad, porque al taparnos media cara y dejar al descubierto solo los ojos, estaba desvirtuando nuestro verdadero yo.
Con el fin de las mascarillas no solo recuperamos nuestra identidad sino también la sonrisa, aunque habrá quienes la sigan llevando para ocultar su tristeza, que también es contagiosa.
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