Indultos, de entrada no
"¿Qué sentido tiene que un político indulte a otro?", pregunta Risto. "Ninguno, absolutamente ninguno, y yo siento vergüenza de eso", responde Pedro. Hasta ayer por la mañana el rechazo a los indultos era tan rotundo como lo fue en su día la oposición a la OTAN. Sabemos cómo acabó aquella oposición y cómo acaba este rechazo: "Por el bien de España" hay que comerse la vergüenza. "Por el bien de España" se dijo entonces y ahora lo repite Ábalos, que por aquel entonces ya marcaría el paso en calzón corto en los campamentos de verano del frente de juventudes socialistas. Del drama a la farsa: González solventó lo de la OTAN arriesgando un referéndum, Sánchez ventila los indultos con un recital en el Liceu (como si fuera Plácido Domingo).
El indulto es prerrogativa del Gobierno sujeta a condiciones: deben ser consultados la Fiscalía, el tribunal sentenciador y la parte agraviada. La Fiscalía y el tribunal se han pronunciado sin ambages. En cuanto a "la parte agraviada", la España constitucional, todas las encuestas dan un rechazo a los indultos superior al 60 por ciento. Otra cosa son las disposiciones subjetivas de los indultandos; lo normal es que pidan el indulto, muestren arrepentimiento y se comprometan a no reincidir. "El arrepentimiento, nos recuerdan, es una noción judeocristiana". O sea, periclitada. Con ese argumento se pueden considerar periclitados el llanto, la risa y las ganas de orinar, pues no hay judío ni cristiano que, como el resto de los mortales, no ría, llore u orine.
Es cierto, sin embargo, que al propósito de enmienda (la voluntad de no reincidir) se puede llegar sin arrepentimiento, por el mero temor a las consecuencias. Si los procesados del "procés" mostraran propósito de enmienda, serían, eo ipso, indultables. Y si Iván Redondo, además del motor muy revolucionado que ya tiene, tuviera manillar y ruedas, sería una moto. Una moto con sidecar para el viajero que nos envidian las naciones. ¿Adónde van con tanta prisa? Si el barranco es parte de la solución, alta velocidad.
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