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Vivir el presente: la gran oportunidad

20 de Agosto del 2021 - Carmen González Casal

En un mundo dominado por las prisas, devorado por la acción, la multitarea y el estrés, donde todo se programa y se agenda llevándonos, sin querer, a mirar y a vivir el futuro, es necesario considerar la necesidad de zambullirse en el momento presente. Decía Pitágoras (nacido en el 569 a. C.) que “la gran ciencia para vivir felizmente es vivir en presente”. Hace muchos menos años escribía algo parecido Fernando Pessoa: “Siempre vivo en el presente. El futuro no lo puedo conocer. El pasado ya no lo tengo”.

De esa ciencia quiero hablar, de no perderse ese instante, el único real, porque el pasado, no existe –es un cadáver– y el futuro –que está por venir– es un gran interrogante sobre nuestras cabezas. Sin embargo, es en el presente donde nos hacemos o nos destruimos al ritmo de nuestras certeras o equivocadas elecciones, donde gozamos o lloramos, disfrutamos o nos amargamos. En ese instante, en el “ahora”, podemos poner el contador a cero, enderezar los pasos, amar, perdonar, disfrutar, vivir… porque esa palabra encierra lo que significa la vida de cada uno, con su cara y su cruz. Ahí se asienta nuestra gran oportunidad, la que se hace real desde ponemos un pie en la alfombra cada mañana.

Escribía Hemingway en “Por quién doblan las campanas”: “Lo tienes ahora, y ese ahora es toda tu vida. No existe nada más que el momento presente. No existen ni el ayer ni el mañana. ¿A qué edad tienes que llegar para poder comprenderlo?”. Tengamos la edad que tengamos, estamos a tiempo para empeñarnos en esta lección que nos trae una vida más serena, más alegre y lograda, mejor vivida.

La conveniencia de ser realistas y no idealizar un futuro imaginario

En el presente, en el ahora, podemos poner el contador a cero, enderezar los pasos, amar, perdonar, disfrutar, vivir

Del pasado podemos aprender, pero es imposible mover una coma. El futuro está por llegar y es absurdo atormentarnos adelantando lo que posiblemente nunca se cumpla. Es en el instante presente donde ejercemos nuestra libertad, donde contamos con la energía para acometer lo que depare el destino o la Providencia –según las creencias de cada cual–, donde vivimos y disfrutamos de lo que hay, poniendo los cinco sentidos, sin perdernos en lo que ya pasó o en lo que está por venir. Es en el quehacer cotidiano, en la presencia que ponemos en lo que hacemos, en la calma al ir de una cosa a otra, sin atropellar, donde nos jugamos la felicidad, esa de la que tanto se habla ahora en frases a lo Mr. Wonderful y que se consigue día a día, afrontando lo que hay, eligiendo lo que toca, aunque a veces no se avenga a lo que más nos gusta.

No podemos dejar que la vida pase por delante de nuestras narices como por ensalmo. Cada día nos brinda la oportunidad de vivirla con sentido. La acción es lo que cuenta, pero que no sea maquinal, rutinaria, que pongamos alma, interés, especialmente con las personas, que son mucho más importantes que las cosas, que las máquinas, que las tareas. El aquí y el ahora –los pasos que vamos dando– es lo que nos tiene que importar. Ahí bruñimos el futuro, y hacemos músculo para afrontar con decisión y atino lo que la vida nos depare.

Si nuestros deseos aspiran a algo –un reencuentro, un nuevo proyecto, un cambio de rumbo en la vida…– hagámoslo ya. Pensar que el día de mañana será mejor es solo una quimera. Mayor falacia sostener el tópico de que cualquier tiempo pasado fue mejor. En cambio, conviene disfrutar de lo que tenemos entre manos, sea poco o mucho, asumiendo lo que haya. Lo que tenga que pasar, ¡pasará! Conviene ser realistas en el presente y no idealizar un futuro imaginario. La fórmula magistral está servida: si queremos que el futuro se cumpla, es preciso afanarse en el presente con ilusión.

Carmen González Casal

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