La importancia de quejarse
Soy madre de un niño de 6 años que debe intentar (como casi todos) conciliar la vida laboral y personal. Este verano decidí apuntar al crío al programa de actividades lúdico-educativas organizadas por el Ayuntamiento de Oviedo en determinados colegios públicos. Tras aguantar una cola de 4 horas (entre recoger la instancia, ir al banco a pagar y volver a entregarla) el objetivo estaba cumplido, el niño estaría 15 días yendo a su colegio a jugar y divertirse, con lo que yo suponía sería un personal cualificado para tal menester.
Así, el 19 de julio el niño se incorpora en el Colegio Lorenzo Novo-Mier. El primer día, si bien salió contento, como tiene 6 años (cumple 7 en diciembre), lo ponen en una clase con los pequeños. Bien, se lo comento a los monitores y me dicen que ha sido un despiste. Transcurren los días y el jueves el niño sale llorando ante un castigo de su monitor (del que únicamente conozco su nombre de pila, Víctor), debido a que no supo contestar a determinadas preguntas de un juego que por lo que identifiqué era el Trivial. Ante el disgusto del niño me dirijo a dicho monitor, con el ánimo de conciliar, y no darle mayor importancia al incidente (si bien no sé muy bien por qué se castiga a un niño por no tener conocimientos acordes a su edad en un taller lúdico educativo, pero ese no es el tema). Cuál no sería mi sorpresa ante la actitud de dicho monitor, gritándome, llamando mentiroso al niño, diciendo que el problema lo tenía él al ser el único que salía llorando, y añadiendo al final que si tenía algún problema remitiera mi queja al Ayuntamiento. Mi sorpresa fue mayúscula, pues lo que suponía sería un malentendido se convirtió en un incidente en que ese chico (Víctor), cada vez asustaba e intimidaba más al niño.
Siguiendo su «consejo» me dirigí al Ayuntamiento y tras hablar con personas encargadas de dichas actividades (cuyo trato fue exquisito) recibí una llamada de la empresa subcontratada por el Ayuntamiento a cuya plantilla pertenece dicho monitor. Todo fueron parabienes, me ofrecieron otro colegio, otro turno, lo que quisiera, y aseguraron que tomarían las medidas oportunas con el monitor (la empresa supongo querrá seguir con la concesión en años posteriores, así que su postura es lógica). Aparte de todo esto, a través del Registro del Ayuntamiento emití queja solicitando a la concejala de Educación (M.ª Isabel Pérez Espinosa) información sobre el tipo de formación requerida a este personal contratado por el Ayuntamiento.
Resumiendo, no sé muy bien si los pasos realizados servirán para algo, pero lo que está claro es que si no nos quejamos de los servicios que nos ofrecen cuando no son adecuados nos encontramos con la actitud de dicho monitor que muy seguro de sí mismo y con gran soberbia recomendó que si tenía problemas me remitiera a Ayuntamiento, absolutamente seguro de que no iba a afectarle lo más mínimo. No debemos permitir que personas con pocas ganas de trabajar y maneras adustas estén con nuestros hijos, ya que si bien el precio de dichas jornadas es meramente testimonial, recordemos que están subvencionados por el Ayuntamiento, y debemos exigir un trabajo de calidad (en todos los aspectos, pero sobre todo cuando están con nuestros hijos). Quede claro que esto no es una crítica al Ayuntamiento, pues su actitud ante la queja fue la correcta, ni la atención sobre determinadas actitudes de personas con reacciones carentes de sentido educativo e inapropiadas para trabajar con menores de distintas edades.
M.ª Angelina Estrada Martínez
Oviedo
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