Sin límite ni control
El primer caso de maltrato a un varón blanco heterosexual que se televisó en directo en España fue en 2016 y fue protagonizado por el PSOE, que en un congreso extraordinario desautorizó a Pedro Sánchez, quien se vio en la obligación de dimitir.
Este señor que políticamente logró sobrevivir nos pareció (también sus seguidores más fieles, Lastra, Ábalos, Montero y Calvo, que se la jugaron apoyándole), nos pareció, digo, un ejemplo de lucha contra la adversidad y premio a la constancia, al conseguir llegar, a pesar de los pesares y falta de luces, a ocupar la Presidencia de España.
Cinco años más tarde, a la luz del día, sin caretas, muchos nos hacemos cruces ante la situación incontrolada, la inconstancia, la ineptitud, la deriva imparable, nacional e internacional, social, económica y hasta personal, a la que se halla sometida nuestra nación.
Con esta presión hacia abajo de la judicatura, del empresariado, de la ciudadanía y hasta de la Jefatura del Estado, han emergido hacia arriba, amparados en el rodillo implacable socialista y el silencio cómplice y claudicante del cuarto poder (también el internacional), extremistas, nacionalistas e independentistas de todo color y condición.
Como muestra, el botón más esperpéntico de los esperpentos, cual es indultar a los condenados del procés, en contra del criterio del tribunal sentenciador y sometido a la mofa y befa de los propios beneficiarios, quienes, por cierto, ya habían solicitado salir por San Juan a celebrar la festividad catalana y, quien sabe, su libertad.
"Los indultos son un triunfo que demuestra la debilidad del Estado", dijo Junqueras. En otra onda, el presidente del Gobierno se hacía el loco: "La pandemia nos ha cambiado a todos". ¿A todos, dice? A todos los españoles sometidos a los designios de su deidad, sí, Sr. Sánchez; a usted, por el contrario, la pandemia le ha dejado tal cual.
Confieso que hasta el último momento tuve la vana esperanza de que el Rey Felipe pudiera recurrir a algún artículo legal que le posibilitara hacer lo mismo que en su día, 1993, hizo el rey Balduino de Bélgica, ferviente católico, cuando, acogiéndose al artículo 82 de la Constitución belga que menciona "la incapacidad temporal para reinar del representante de la Corona", renunció al trono durante 36 horas, librándose así de la obligación legal de firmar la ley del aborto. Un día más tarde, volvió al trono. Ya digo, vana esperanza.
Ya solo falta que un fin de semana cualquiera, mejor si coincide con el día 26 (por eso de ir a cara descubierta), nuestro amado presidente se dé una vueltecita por Waterloo en el Falcon de todos para recoger al ilustre prófugo Puigdemont, D. Carles, cumpliendo así su promesa de traerle de vuelta a España, no para ponerle frente a la justicia, como prometió, sino para, en un alarde de "concordia" y por fomentar la "convivencia", hacerle los honores y depositarle sano y salvo (esta vez como exprófugo) en plaza Cataluña, donde comparta con él unos sorbitos de ratafría y una butifarra de cerdo, en desagravio "por el daño causado".
¿Es previsible y de justicia que "por concordia y por fomentar la convivencia", todos los condenados sin delitos de sangre sean indultados? Pregunto.
Recuerden a Karl Popper: "Si una sociedad es ilimitadamente tolerante, su capacidad de ser tolerante finalmente será reducida o destruida por los intolerantes".
Saludos cordiales.
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