Enrique Nieto
He dejado pasar las Navidades, tiempo de paz, de buenos deseos, de reflexión, de recuerdos familiares. ¡Qué gran cosa es la familia! Al comienzo del nuevo año siento que el clavo que tenía dentro sigue ahí y hay que sacarlo.
En las últimas semanas del pasado año, leí un artículo en este periódico con el mismo titular que esta carta. Agradablemente sorprendida, creí que había llegado el momento de que alguien volviera a rendir homenaje a mi sobrino mayor, Enrique Nieto Viyella, joven, simpático y cariñoso (a quien la ETA mató de un tiro en la nuca).
¡Que chasco! No era un homenaje, ni siquiera una especie de réquiem por una persona llena de vida, extrovertido y con quien se podía pasar un rato divertido.
Mi sobresalto va en aumento cuando el periodista describe a Enriquín (así lo llamábamos en la familia) como mal encarado, creído y altivo. quien escribe con tanta inexactitud es un periodista bastante conocido del que me gustaban leer sus opiniones. Doble chasco.
No sé cómo se puede describier así a una persona que, evidentemente, no se conoce. ¿Cómo un periodista profesional se aventura a hacer afirmaciones tan enexactas y desafortunadas contr aalguen que ya no puede defenderse? Tampoco lo pudo hacer cuando le dispararon por la espalda.
Quien era el "guapo oficial" de Oviedo era su hermano Jorge, también se ha equivocado de persona.
Y ya, como colofón, difícilmente puede encontrarse y hablar con su madre por Oviedo. Ella murió el pasado septiembre en nuestro pueblo natal cercano a Infiesto, donde vivió sus últimos años y donde encontró la paz tan deseada después de tanto sufrimiento llevado con entereza y donaire.
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