De pana rayada el signo de los nuevos tiempos
El signo de los tiempos.
Al paño de Segovia lo llamaban limiste archifino, de pana rayada. Son gente muy avezada con pinta de paletos, algo taimada y un poco sabuesos con un olfato agudísimo para oler la tostada, para percibir el signo de los tiempos en perpetua mudanza. Apodaban los romanos a tal fenómeno signa temporum. Los germanos zeitgeisty; Soloviev “znamenia bremia”, el de la paz gracias a la denominación universal de poderes ocultos que ocasionarán las aleyas o movimientos migratorios masivos.
Entre los teólogos que estudian los cambios de la Iglesia antes del Apocalipsis habrá tres tiempos.
El del Padre (Antiguo Testamento), el del Hijo (Evangelio hasta el siglo XVIII) y el del Espíritu, el de la industria pesada, los nuevos inventos automóvil, teléfono, tecnología, adelantos que hacen la vida del hombre más llevadera. En él estamos.
Para los entendidos en cristología hay un Cristo que fue el cordero vivo de las Catacumbas y de las persecuciones, un Cristo arquitecto constructor –el que se refiere al de las catedrales románicas, góticas del Medievo–, otro músico el de la polifonía; armónica de la liturgia gloriosa; otro médico que cura las enfermedades: Fleming, Koch, Pasteur. Habría un cristo mecánico, viajes apertura de la navegación a otros continentes de la tierra fuera de los límites ecuménicos, con la colonización americana y África negra.
El último sería el de la gran reconciliación que los rusos denominan “bolshoi primirenia” o gran reconciliación. Sería el “Xto ciberneticus”, el de la comunicación instantánea, la Red, el descubrimiento de nuevos planetas en el sistema solar, Armstrong pisó la Luna.
Es un cristo convulso en pugna con el anticristo, que llora tras la música estridente del rock y del rap. Ello supone, con todo y eso, una demostración de que el Hijo del Hombre está vivo e instalado en la historia, como en lo alto de una mandorla mística del pantocrátor bendiciendo compadecido a una humanidad dolorida sujeta al pecado y las debilidades de la naturaleza y al imperio de los sentidos, lo cual abona la tesis de que Jesús vencerá al diablo. Los que siguen sus enseñanzas serán bendecidos, predestinados.
Los que rechacen su mensaje irán al fuego eterno, serán malditos, préditos.
Nadie para percibir estos cambios como el pueblo judío, que tiene un oído y un olfato muy fino como los paños de Segovia y en parte sus profetas y sus sabios serían los agentes de tales cambios.
Parece haber sido así: Einstein, Freud, Marx. Sus clarividencias nos abocaron a un mundo nuevo y difícil en que nos tocó vivir. Por lo demás, no olvidemos que pese a nuestras mermas y desgracias Dios está arriba, incluso desde el ojo mágico de Internet nos vigila. Por mucho que para algunos de nosotros tales mutaciones hayan supuesto motivo de escándalo y desesperación a gentes de mi generación.
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