Revoluciones
Leo esto en alguna parte: “Agotadas las revoluciones, nos queda el conformismo”. ¿Revoluciones? No se preocupe, Don Lorenzo, que las revoluciones no cambian el curso del río, al final las aguas vuelven siempre a su cauce. ¿Qué son las aguas? La gente, la masa, los súbditos.
Pongamos un ejemplo: Jesucristo significó quizá la mayor revolución de todas, pero ¿qué se ha hecho con ella? Se ha utilizado perversamente para la conquista y la sumisión de los pueblos no creyentes, cuando no su extinción. O para subyugar bajo el temor a los creyentes. Todavía recordamos lo que significó en España la Santa Cruzada de Liberación Nacional, “por la gracia de Dios”, o la persecución a muerte a los judíos bajo la enseña de la cruz del escudo de armas de un monje católico. O de la invasión de Irak con el “Dios salve a América”, y podría extenderme hasta agotar todas las historias pasadas que suelen llamarse revolución y que no son más que cambios pasajeros en evolución o involución, dependiendo del poder del momento.
No obstante, queda pendiente la mejor revolución posible que conforma liberación en paz y justicia, pero que aún no ha llegado a los súbditos. ¿Qué revolución y qué liberación?, esta: “cuanto quisiereis que os hagan a vosotros los hombres, hacédselo vosotros a ellos”.
Es más fácil movilizar a la gente a una guerra civil y en el bando contrario, simplemente por temor, que mover sus corazones atrincherados en el “yoísmo” hacia tan altos valores, si es que ha de ser de su propia iniciativa. Difícil, pero quizá unos pocos estén en ello. Las revoluciones silenciosas suelen ser bastante efectivas.
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