Tercera dosis de recuerdo
Sensibilizado con las vacunas anticovid, no pude evitar un escalofrío al escuchar en Antena 3 que el piloto de Fórmula 1 Valtteri Bottas “protagonizó un insólito trompo en boxes”. Me faltó tiempo para hurgar en la hemeroteca y enterarme si le habían puesto la AstraZeneca o tenía antecedentes médicos. Huelga señalar el error, fruto de la edad y este punto esquizofrénico que venimos sufriendo y soportando con tanta pandemia, al confundir “trompo” con “trombo”.
No repuesto del impacto, leo que una tercera dosis de AstraZeneca puede aumentar la inmunidad frente a variantes como la Delta. Ya ve, empezamos con la variante Alpha y ya estamos con la Lambda. ¡Quién lo diría, españoles aprendiendo por fin el alfabeto griego!, otro triunfo de la Ley Celáa.
Nos esperan espectaculares eventos pandémicos coincidentes con épicas letras del abecedario griego como la Epsilón, Zeta, Sigma u Omicron, antes de anunciar el final de los tiempos con la Omega.
Perdón por la deriva. Aunque creo particularmente que mañana el virus va a contagiar a negacionistas asturianos, nacidos en días pares del signo zodiacal Libra y en paro, la noticia matiza que “inyectar una tercera dosis de recuerdo de AstraZeneca provoca el aumento de los anticuerpos, una potenciación de la respuesta de las células T y la respuesta inmune frente a variantes”. A este paso terminarán pinchando en un brazo para el covid y en el otro para la gripe.
Influenciado por la buena nueva, a un amigo que me debe dinero le he hecho llegar una tercera dosis de recuerdo confiando en su efectividad. Agua.
Igualmente, de nada me ha servido una tercera dosis de recuerdo a mi ex para decirle cuánto la quiero. Agua.
He visto a Sánchez Castejón proponerle una tercera dosis de recuerdo a Aragonés García con los fondos europeos a la vista, y sí, esta vez sí ha funcionado; de hecho, los nacionalistas tienen fundadas esperanzas de que “lo suyo” con Sánchez tendrá un final feliz y podrán por fin conseguir, con el señuelo conocido de que “nos vamos”, que al resto de españoles no nos importe, o nos importe un pito, contribuir con recursos públicos y ciudadanos, a la luna de miel de ambos mandatarios, oficiada por la Conferencia Episcopal.
¿El obispado, dice? Oiga, los obispos como si dicen misa, que, por otra parte, es lo que deberían hacer, y bueno sería que tomaran nota de las palabras del arzobispo de Oviedo, D. Jesús Sanz Montes, que sin complejo alguno ha dicho respecto a los indultados independentistas: “España es un Estado de derecho y tiene un ordenamiento jurídico que hay que respetar y es difícil apostar por un diálogo con gente que no quiere hablar, u ofrecer medidas de gracia a gente que quizá no las merece”.
Me representa, D. Jesús, porque “es justo y necesario” que diga lo que dice, aunque su Excelencia peca de negacionista al hacer oídos sordos sobre la infalibilidad de la tercera dosis de recuerdo.
En la línea prepánico apuntada, mil ochenta estudiantes españoles procedentes de once comunidades autónomas se contagian del virus en un lugar, Mallorca, petado de guiris, tras incontables fiestas, conciertos y hasta guateques en barcos.
No hay noticia de que un solo ciudadano extranjero de los miles que visitan la isla (eso sí, abstemios, no van a fiestas, con su PCR actualizado, mascarilla, distancia, etcétera), se haya contagiado; ¡ningún extranjero contagiado, dios, un virus racista!
El pánico total lo pone el ínclito Simón, quien, como si disertara sobre una película catastrofista titulada “Megabrote 4: Terror Delta en Mallorca”, advierte que “algunos jóvenes contagiados en el macrobrote de Mallorca hospitalizarán y es posible que alguno fallezca”.
Un dato: “Muertes covid” globales en todo 2020: 1,8 millones. “Muertes covid” de enero a junio 2021: 1,9 millones.
Menos mal que la tercera dosis de recuerdo evitará definitivamente que las “variantes” se expandan como Pedro por su casa y enfermen a todos los vacunados.
Saludos cordiales.
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