Como la hiedra
Cuando un familiar se va de una forma inesperada y rápida toda una familia llora y se queda sin aire por un momento. Sucede constantemente y más en los últimos tiempos, familias rotas, hijos que lloran y amigos que suspiran resignados. Lo extraordinario, a mi juicio, no es asistir a la despedida de un matrimonio, sino al punto y aparte de una historia de amor. Y no una historia de amor cualquiera, una de verdad, sincera, cotidiana y con su recorrido, para mi gusto más bonita que cualquier largometraje hollywoodiense que os haya hecho llorar. He sido testigo desde que tengo uso de razón de un amor de película. Una pareja extraordinaria, llamativa, elegante, simpática, con todo, sus momentos mejores, peores, sus discusiones, sus reconciliaciones, celebraciones, risas, lágrimas y cientos de viajes que relataban dejando a todos maravillados.
Me quedo con ellos dos sonriendo picarones, felices, rodeados de sus hijos y de sus nietos, tomando sendos copazos, copazos que se dejan en la mesa porque suena un bolero y hay que bailarlo abrazados...
“Pasaron desde aquel ayer ya tantos años
Dejaron en su gris correr mil desengaños
Mas cuando quiero recordar nuestro pasado
Te siento cual la hiedra ligada a mí
Y así hasta la eternidad te sentiré
Yo sé que estoy ligado a ti
Más fuerte que la hiedra
Porque tus ojos de mis sueños
No pueden separarse jamás”
Y así será, que la mismísima muerte sabe que esta historia nunca se romperá, quedan demasiados bailes pendientes.
Para Minuca y Pachi.
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