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Quo vadis?: adónde vamos, adónde nos quieren llevar

6 de Julio del 2021 - Ana María Fernández Menéndez (Avilés)

A consecuencia de la pandemia provocada por la covid-19, que, en principio parecía que afectaría a China y sus alrededores y que, sin embargo, de manera imprevisible y casi inexplicable, se ha extendido rápidamente y de una forma y con una gravedad difícilmente controlable e impredecible por las numerosas mutaciones que este coronavirus está produciendo, llevamos año y medio en el que ha cambiado, todavía no nuestra forma de ser, pero sí nuestra forma de estar en sociedad. Una parte importante de nuestras costumbres y nuestros hábitos se ha modificado, y estos cambios han provocado también una fuerte crisis económica en algunos sectores de nuestra economía.

La gestión de este gran problema, aún no resuelto, no resulta realmente fácil. Sin embargo, durante este periodo se han tomado algunas decisiones que pueden ser calificadas como inquietantes. El Estado, sus instituciones, el Gobierno y la autoridad son necesarios para mantener y organizar el orden social y también sanitario de un país, pero hay una fina y delicada línea que separa la autoridad del autoritarismo que conduce al despotismo y en última instancia a la tiranía y el sometimiento cuando se tiene un poder casi absoluto que puede permitirlo. Teóricamente vivimos en una sociedad libre pero esa libertad está casi constantemente condicionada. Se ha dicho, por ejemplo, que hay libertad para la vacunación contra la covid-19, pero las consecuencias de no hacerlo no son solo sanitarias, sino que afectan a la posibilidad de la movilidad y también, en ocasiones, al empleo. Por otra parte, el proceso de vacunación ha sido percibido en ocasiones como caótico. Se ha “obligado” a quienes desean vacunarse a hacerlo con determinadas vacunas, algunas de ellas con efectos secundarios peligrosos e incluso mortales, sin posibilidad de elección, se ha vetado a otras, que ofrecían garantías y estaban dando buenos resultados, por motivos políticos y se ha cambiado en varias ocasiones de criterio sin ningún tipo de explicación y simplemente por decisiones de las autoridades sanitarias y los comités de expertos, de identidades y capacidades desconocidas, causando inquietud, incertidumbre y auténtico miedo y desconfianza entre los ciudadanos.

Otro hecho significativo, por la trascendencia mediática y propagandística que ha tenido, ha sido el melodrama o docudrama, de inspiración freudomarxista, que para supuestamente hacer una catarsis, curar, liberar, salvar a una mujer famosa y supuestamente maltratada, y según parece también muy bien remunerada, se ha transmitido durante varias semanas un espectáculo televisivo, para muchos realmente escandaloso, guionizado y dirigido por un equipo multidisciplinar de expertos en la materia, también de identidad oculta y desconocida, con un lenguaje muy agresivo, deshumanizado y en ocasiones soez y que con una gran crueldad y falta de humanidad se ha maltratado y lapidado públicamente a un hombre, el exmarido, y a unos hijos, sobre todo a la hija, de una forma despiadada y difícilmente comprensible y aceptable, sin un ápice de compasión y empatía que, por otra parte, se reclama y “exige” pública y agresivamente para ella y sin que, por ahora, este abuso haya tenido consecuencias penales. Paradójicamente, este docudrama se adornó con un bello acompañamiento musical, con canciones llenas de poesía y romanticismo, siendo utilizadas como recurso emocional para provocar una reacción de simpatía, afecto y emotividad favorable para la protagonista, haciendo lo que Wittgenstein llamaba “embrujos del lenguaje”, a los que la filosofía debía desenmascarar.

La realidad es que ha sido simplemente un espectáculo propagandístico del feminismo radical y de la ideología de género, un montaje con una clara intencionalidad política en el que intervinieron incluso la portavoz del partido del actual Gobierno, alguna ministra y parece ser que hasta se involucró el presidente del Gobierno, convirtiendo de manera increíble lo que ha sido un tortuoso problema familiar y personal en una bandera ideológica y casi en un asunto de Estado. Se está produciendo cada vez con más frecuencia una tendencia peligrosa, lo privado se está haciendo cada vez más público y lo público cada vez más privado, oscuro, confuso, oculto y dictatorial. Las informaciones de las comparecencias de los ministros y altos cargos suelen ser generalmente superficiales y, en ocasiones, hasta frívolas y de escaso nivel intelectual, lo que genera una desagradable sensación de inseguridad y de incompetencia para el desarrollo del cargo y de desconfianza en su capacidad para la gestión del país.

También durante este periodo se ha aprobado, sin que hubiera un debate público y de manera casi imperceptible, la ley sobre la eutanasia. En un principio parece que, como ocurrió con el aborto, para casos límite y con restricciones, pero el objetivo, como ocurrió con el aborto, es que la eutanasia sea considerada como un derecho voluntario de la persona al suicidio asistido y, con el tiempo también, al homicidio legal, pues se debatirá, como ocurrió también con el aborto, lo que es vida y lo que ya no es vida y que, por tanto, se puede e incluso se debe eliminar por “motivos humanitarios”. Como decía Heidegger la eutanasia, el programar la propia muerte supone el empoderamiento sobre ella, “el poder ser total”, “la posibilidad de hacerse potencia dominante de la existencia”, pero este tema exige una profunda reflexión tanto ética como filosófica e incluso religiosa.

También se está tramitando en estos momentos la ley sobre la transexualidad que pretende permitir a edades muy tempranas el cambio de sexo que incluiría, en muchos casos, la castración definitiva e irreversible cuando todavía en este momento vital la identidad no está bien definida y se puede estar presionado incluso por influencias externas, en unas edades, la adolescencia, que pueden ser complicadas y confusas también emocionalmente. Y, también aprovechando este momento, se han concedido indultos a unas personas que han provocado un enorme y costosísimo follón en Cataluña, tanto en el terreno político como en el económico, en el social y en el cultural y que parece que siguen empeñadas en volver a realizarlo. No es España ni los españoles los que roban o han robado a Cataluña, son un grupo de catalanes los que realmente quieren robar, quitar, y apoderarse como propio de una parte del Estado español con toda su riqueza, producto en gran parte de inversiones centenarias y privilegiadas por parte del Estado español en ella, y también de su historia, de sus potencialidades y de sus gentes.

Y así, mientras los españoles estamos ocupados, preocupados, angustiados, y confusos por nuestra salud y entretenidos con estas otras cosas, según informaciones que llegan a través de medios no convencionales ni controlados por la censura euroamericana, parece que se está gestando otra importante crisis financiera y lo que es peor otra gran guerra. En España apenas se habla, y mucho menos se debate, de política exterior y de sus consecuencias que, desde luego, nos afectan. Según parece el nuevo gobierno de Estados Unidos no está dispuesto a aceptar el multilateralismo y su nuevo presidente considera que Estados Unidos tiene el derecho y el deber, no se sabe por qué, parece como si de una nueva reedición del nazismo se tratase, de liderar, de gobernar, de controlar el mundo bajo un solo poder, invadiendo y sancionando unilateralmente a diestro y siniestro a quien se oponga a sus objetivos o intereses, castigando económicamente a los ciudadanos de los países cuyos gobiernos no sean afines. Sin embargo, ya alguno ha advertido que esta vez la respuesta a una invasión, si es que la hubiese, será nuclear y la destrucción acabara siendo fatal para todos.

Los grandes avances científicos y tecnológicos han provocado ciertamente cambios y nuevas posibilidades, pero la situación política, económica, social y cultural es de incertidumbre y, en muchos aspectos, de regresión. El misterio existe y no siempre es producto de la ignorancia, siempre habrá cosas sobre todo en lo referente a los orígenes del universo, del mundo y de la propia naturaleza humana que no podrán ser demostradas empíricamente y que se quedarán, aparte de las creencias, en el ámbito de las hipótesis, las opiniones y las ocurrencias más o menos consensuadas. A lo largo de la historia se ha comprobado que existen variables y constantes, cosas esenciales que no cambiaran nunca y otras que, como dijo Kandinsky, son hijas de su tiempo y cambiaran con relativa facilidad en cada momento cultural. Los problemas pueden surgir cuando las variables se quieren convertir en constantes y las constantes en variables y en esa confusión nos encontramos, dominados y presididos por lo impulsivo, lo instintivo, lo pasional, lo irracional, lo dionisiaco que diría Nietzsche y eso es altamente peligroso. Como ya apuntó Goya en uno de sus “Caprichos” hace más de doscientos años, “el sueño de la razón produce monstruos”. Es necesario y urgente dejarse de ideologías y de utopías anticuadas y fracasadas y actuar con más racionalidad, realismo y solidaridad, buscando el bien común de todos y para todos.

El momento, la situación es difícil y complicada. Ojalá que Dios nos ayude y nos proteja no solo de los coronavirus y las pandemias, sino también de esta especie de locura colectiva que quiere, con una desmedida y avariciosa voluntad de poder, dominar, alterar y deconstruir casi todo, hasta lo más evidente, hasta la propia naturaleza. No podemos tolerar que nos lleven por ese camino.

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