La experiencia ya no es un grado
Ni tampoco es la madre la ciencia. Ni lo uno ni otro, porque ahora la experiencia y los conocimientos que se adquieren a lo largo del tiempo, en todos los ámbitos de la vida, han dejado de tener valor y se asocian menos al saber que a la caducidad.
Salvo en contadas disciplinas, en las que la veteranía sí que es un grado, como lo pueda ser la aplicación práctica del derecho, la labor docente en determinadas materias o en actividades intelectuales o interpretativas, la experiencia que da los años no solo no se tiene en cuenta para acceder a determinados puestos de trabajo, sino que suele contar como factor negativo.
Estamos llegando a tal nivel de desvalorización del conocimiento que optar a un puesto de trabajo después de los 40, por muy buen “curriculum” que se posea, es causa perdida. Y de seguir en esta curva descendente de oportunidades laborales, en cuanto a la edad se refiere, puede llegar un momento en el que la población activa solo represente un pequeño porcentaje de la masa social, lo que es, sin duda, muy preocupante.
Por todo lo expuesto, es un contrasentido que se esté considerando retrasar la edad de jubilación, como consecuencia del incremento de la esperanza de vida, y que impere la mentalidad de que la experiencia tiene escaso valor. Hay algo que falla.
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