De Ramón a Ramón
Lo de los indultos es materia opinable, aunque habrá que afinar mucho para armar una defensa convincente después del pronunciamiento contrario unánime del tribunal sentenciador, que, en el caso, es el Supremo. Ese arriesgado trámite lo solventó el Comité Ejecutivo del PSOE a la brava, sustituyendo los argumentos por aplausos y aprobando la decisión gubernamental del indulto con una unanimidad búlgara.
Sin embargo, el alumbramiento presidencial de los indultos había sobrevenido repentinamente, como esos embarazos ocultados que solo se descubren con el parto. Sánchez juraba y perjuraba hasta la víspera que indultos no y mil veces no; que antes mártir que indultor. Ni una sola voz se alzó entonces para contradecir al Presidente y defender la virtualidad salutífera de los indultos. ¿Indultos? Vade retro! Unánimes en contra, unánimes a favor. Uno oscila de la admiración a la consternación ante estas unanimidades sucesivas y automáticas a favor de una cosa y de su contraria.
Aquí al lado, la Corporación riosellana votó una propuesta contraria a los indultos con el apoyo de los concejales de derechas. La izquierda que gobierna rechazó la propuesta apartándose del sentir mayoritario de sus electores, pues no hay razón alguna para suponer que en el municipio de Ribadesella no se dé esa “mayoría consistente” y transversal de ciudadanos que considera los indultos “malos o muy malos”.
Ramón Canal, socialista, es el alcalde; no somos amigos pero compartimos la experiencia de haber consumido lo esencial de nuestras vidas en el universo profesional, no siempre amable, de la enseñanza. Nos conocemos lo bastante para que tenga él la certeza de que lo considero buena persona. Y tampoco es cosa de ponerse exquisitos a estas alturas. Quién es el guapo que no haya tenido que hacer alguna componenda en la vida para seguir comiendo y llegar a viejo. Entristece, sin embargo, ver que en derredor las torres altas, las medianas y más bajas van cayendo al toque de corneta de “lo que diga el Caudillo”. Tiene que ser duro acostarse cada noche sin saber lo que habrá que aplaudir a la mañana siguiente. Duro además de degradante. N’est-ce pas, Ramón?
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